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General: LOS MENSAJES DE DIOS
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 11/05/2017 13:50


 
En mi anterior entrada (La lucha del mensajero) les contaba algunas cosas de mi experiencia como discípulo, y el descubrimiento de la misión recibida. Hoy quiero contarles algo acerca de cómo fueron llegando hasta mí las ideas que impulsaron aquella tarea.
                      
Con frecuencia encuentro en las Escrituras ideas que a pesar de haberlas leído y oído mil veces con anterioridad, recién a la “mil una” les descubro lo que creo que es su verdadero significado, o al menos aquel  que en ese momento tiene sentido para mí; encaja en mi vida. Como si jamás las hubiera leído u oído antes.
Supongo que cuando Dios iba inspirando a sus autores –en verdad, amanuenses- ellas contenían una infinita riqueza de revelación de Su misterio, pero estaba tan sabiamente oculta que en cada época, al propio pueblo de Dios y a cada ser humano en particular, iba a ir revelándosele a su tiempo. Esto no significa, por supuesto, que aquellas palabras, recién en ese momento cobraran significación. Si hoy puedo entenderlo como un mensaje personal, es sólo porque éstas son las circunstancias en que el Espíritu Santo juzgó oportuno revelarme este mensaje, para que sea captado y procesado según el momento particular del hombre que soy ahora, con mis condiciones biológicas, psicológicas y sociológicas, esto es, mi personalidad, mi historia y cultura. La confirmación de esta idea la encuentro una vez más en las Escrituras, donde es Cristo mismo quien me dice: «El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho» (Jn 14,26)
Esto no pretende, claro, invalidar la guía de los maestros en la fe,  pero aún la propia Iglesia puede hallar en algunos casos diversos matices en las mismas expresiones. Algo así como un mensaje que, siendo siempre el mismo, sea una luz especial para el hombre de cada tiempo. 
El padre R. Cantalamessa afirma: «Escuchar (o leer) con los oídos atentos las lecturas del día, con frecuencia revela una respuesta a un problema particular. Una palabra parece hecha a nuestra medida hasta el punto de que a veces uno dice: “¡Esto ha sido escrito justo para mí![…] Luego está la elección personal, es decir, releer los pasajes de la Escritura que en el pasado han tenido importancia para nosotros; que nos han interpelado. Con frecuencia, el Señor vuelve a hablar a través de los mismos textos para decirnos cosas nuevas y adaptadas a las situaciones que estamos viviendo. Por tanto, hay que valorar las palabras de Dios que en el pasado han sido para nosotros indicaciones importantes».
Creo también que, en tanto mi corazón no esté listo para acoger la verdad del mensaje, y mi voluntad pronta para tomarlo en serio y comprometerme a ponerlo por obra, esa, su palabra leída u oída tantas  veces, va haciendo nido en mí, echando raíces, y creciendo interiormente sin que yo lo advierta, como aquella semilla de la parábola que «de día y de noche, ya vele, ya duerma (el sembrador), el grano germina y va creciendo sin que él sepa cómo» (Mc 4,27).  Y por fin un día, la idea germinada hace  eclosión en mi espíritu y toma un lugar junto a sus pares en el timón de mi vida.
 
Otras veces, en cambio, aparecen ideas que estallan en mi mente como verdaderas cargas explosivas, y me dispongo a exprimirlas y meditarlas. Sin embargo,  de pronto ya no me dicen nada; se esfumaron de mi memoria o perdieron importancia para mí (por eso intento ponerlas por escrito enseguida para poder rumiarlas luego. A veces lo logro. Otras…).   
A propósito de esto, hace poco tiempo, cayó en mis manos  un texto de un monje Cisterciense del siglo XII, que me confirma que ésta es una “estratagema” que el Espíritu usa (quizás) a menudo. Te lo comparto.
 
Decía Guillermo de Saint Thierry en “La Contemplación de Dios”:
«Alguna vez, Señor,…tú me pones alguna cosa  en la boca del corazón, pero no permites que sepa qué es lo que pones. Ciertamente, saboreo algo muy dulce, tan suave y reconfortante que ya no busco nada más...Cuando recibo tu don, lo quiero retener y rumiar, y saborear, pero al instante desaparece…
Por experiencia sé lo que tú dices del Espíritu en el evangelio: «…no sabes ni de dónde viene ni a dónde va» (Jn 3,8).  En efecto, todo lo que he confiado con atención a mi memoria para poderlo recordar según  mi voluntad, y saborearlo de nuevo, lo encuentro muerto e insípido dentro de mí. Entonces oigo tu palabra: «El Espíritu sopla donde quiere»,  y descubro que dentro de mí sopla, no cuando yo lo quiero, sino cuando Él lo quiere.»
Te  aseguro que mi propia experiencia me  confirma esto sin dejarle ningún lugar a la duda.
 
Creo que la realidad es que las ideas  que percibo como si hubieran sido recién vertidas, y especialmente para mí; las de la revelación y también las que el Espíritu me susurra al oído y luego se vuelven impulsos, son palabras salidas de la insondable profundidad y eternidad de Dios, que con ellas quiere  comunicarse con su criatura pero en el tiempo y forma en que Él lo dispone. El Espíritu va iluminando al alma según su infimita sabiduría. “El viento sopla donde quiere…”1.
 
 En relación a la “oportunidad de la revelación”  viene a mi memoria la primera vez que hablé con el Padre Luís, Capellán del hospital, con una tímida intención que “me cayó del cielo” (hoy sé que esto es  estricta y literalmente así) acerca de hacer alguna actividad pastoral con los enfermos. —Vení a verme,  tomamos un café y charlamos— me dijo entonces. Yo estuve casi un año haciéndome el distraído, sin acudir a ese encuentro ni volver a hablar del tema, y quizás tratando de evitar pensar en ello. De pronto un día me encontré ante aquella taza de café, sin saber muy bien cómo, y el ministerio del alivio a los enfermos cambió el rumbo de mi vida. Mi cobardía había sido vencida, pero no por mí, de eso estoy bien cierto. «Ya vele, ya duerma…».
 
 
 
1: (Jn 3,8). En hebreo, las palabras viento y espíritu suenan igual (ruah).



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 12/05/2017 12:31
Bellas reflexiones desde un escritor, querido amigo. Muchas veces pasé por circunstancias similares y lamenté no tener todo el tiempo necesario para volvar esas palabras inmediatamente, porque más tarde cuando me senté frente a la computadora ya parecían no tener sentido como ideas. 

También me pregunté porqué, infinidad de veces, sin que tenga una respuesta clara. 

Leyéndote y leyendo a través del texto a los autores que citás, pienso que es una combinación de un gemido del Espíritu ante determinada alma necesitada. Posiblemente aquello que interpreté como una idea propia sea en realidad una invitación a sumergirme en la intimidad del Padre.

También reflexiono sobre nuestro crecimiento espiritual. La forma en que El Llamado va tomando forma en nuestra realidad en la medida en que nuestra madurez lo permite y sea buena contenedora del mensaje y la misión. 

(Cada vez que te leo, me dan más ganas de verte querido amigo. Tengo mucho que aprender de esa enorme expeiencia de vida de fe). 

HÉCTOR


 
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