La gran tentación en el cristianismo actual es tratar de hacer que nuestro mensaje sea tan aceptable para las masas que perdemos todo el fuego. “Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego." (Lucas 3:16).
Creamos servicios de culto llenos de dulzura y palabrerías. Pero eso no extenderá el reino ni hará que Jesús sea glorificado. La gente no puede venir a Dios sin la ardiente obra del Espíritu Santo.
Nunca olvidaré una experiencia personal con Dios que tuve hace años cuando era nuevo en el ministerio. Me encontraba orando solo antes de que comience un servicio de martes por la noche. En ese tiempo, la iglesia estaba alojada en un edificio deteriorado, y yo sabía que menos de diez personas asistirían a la reunión de oración de esa noche. Había estado orando que Dios trajera más gente a la iglesia y aumentara el entusiasmo de la congregación.
Mientras yo oraba, el Espíritu Santo trabajaba. Fue directamente a mi corazón y parecía decir: “El principal problema no es la falta de personas y su inmadurez espiritual. Tú eres el que necesita ser cambiado. Te falta compasión por el pueblo, y no los amas como yo quiero que los ames. En tu inseguridad, solamente estás tratando de pasar por una reunión más”.
¡Hablando de fuego! ¡Hablando de algo que penetra! Eso no fue fácil de oír. Terminé postrado ante Dios. Yo había venido a pedirle a Dios que me ayudara con los problemas de las personas de la iglesia, y en lugar de eso, su fuego penetró en mi problema.
Cuando el Espíritu trabaja en nuestras vidas, Él nos mantiene alejados de las excusas superficiales y de los juegos de culpabilidad que nos gusta jugar. El fuego quema lo falso y nos lleva a la verdad.
Jim Cymbala