Durante mi servicio como ministro del alivio y la comunión en el
hospital de rehabilitación M. Rocca de Buenos Aires, que duró algo más de diez
años y me dio un fuerte impulso en la fe, tuve ocasión de escribir con bastante
frecuencia acerca de las ideas que ese ejercicio me iba sugiriendo, y que yo
atribuyo a la luz con que el Espíritu iba alumbrando mi camino en aquellos
tiempos de crecer y tratar de contagiar a los enfermos mi esperanza en Cristo.
La que sigue es una de aquellas ideas expresadas en ese tiempo en forma
de poema.
SONRISA
No te pido, Señor,
que me hagas santo,
ni te pido que me
colmes de virtudes
que pudieran ser
semillas de soberbia.
Te pido un alma
compasiva
que me impulse a
comprender y acompañar.
Que me des la llama
viva
del «amor que cubre
todos los pecados».1
Que yo quiera vivir
por mis hermanos
un amor eficaz;
aunque no sea
sensible, verdadero.
No te pido que
algunos me amen,
sino más bien que
yo los ame a todos,
y siempre
encuentren en mí
un gesto de
comprensión
y consuelo en sus
pesares.
Que mi presencia y
amistad les sirvan
a los que sufren
soledad y angustia;
dolores en el alma
o en el cuerpo,
y sea para ellos un
alivio,
y referencia firme
y duradera
de una visión más
amable de la vida.
No te pido, mi
Dios, que me hagas santo,
ni te pido que me
colmes de virtudes.
Tan sólo que
despiertes en mi vida
la obsesión por
arrancar una sonrisa
a los que están
enfermos o abatidos
y no quieren seguir
andando heridos.
Dame la incómoda
pasión por ser bastón
de los que tienen
lastimada el alma,
maltrecho el
corazón.
AMÉN, AMÉN.
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1: 1 Ped 4,8
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