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Cuando hablo en una cruzada, a menudo busco en mi vocabulario palabras para expresar esa sensación sobrenatural, el momento en que Jesús apareció y cambió mi vida. Pero aún no le hago justicia. La mejor manera que he encontrado es a través de una analogía simple.
Le digo a la gente que me sentía como si estuviera en una mesa de operaciones, frío, enojado y confundido; y Jesús fuera el cirujano, parado a lado de mí. Mi corazón estaba roto. Él, gentilmente, se acercó y cerró mis ojos; y luego abrió mi pecho, llegó a lo más profundo de mí y sacó mi corazón. Él lo sostuvo entre sus manos, un corazón lleno de odio, ira y amargura que me consumía, el quebranto de mi pasado y la maldición que estaba destruyendo mi vida y mi alma.
Jesús lentamente tomó mi corazón, lo llevó a Sus labios y lo besó. Él lo acarició y sanó las heridas. Luego lo colocó de nuevo dentro de mi pecho y me cerró. En un instante supe que estaba mejor, que mi corazón ya no estaba roto. En ese momento supe que era una nueva creación. Tenía un corazón nuevo, un corazón de amor, compasión y arrepentimiento. Todos los sentimientos de odio y resentimiento habían desaparecido. ¡Mis pecados fueron perdonados y al fin fui libre!
Todavía lucho con las lágrimas cada vez que uso esta analogía. El momento en que Jesús vino a mi corazón y me salvó es la experiencia más amada en mi vida. Antes de ello, nadie había besado mi corazón. Era lo que más necesitaba de mi nuevo Padre.
¡Gracias, precioso Jesús!
NICKY CRUZ
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Primer
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2 a 4 de 4
Següent
Darrer
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Maravillosa expresión! Jesús tomó mi corazón y lo besó...realmente El sanó nuestras heridas con ese beso en nuestro corazón. Todo fue diferente, sanaron las heridas, se borraron las cicatrices que encallecían nuestros sentimientos. Hermoso mensaje, gracias! Araceli
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Cuando hablo en una cruzada, a menudo busco en mi vocabulario palabras para expresar esa sensación sobrenatural, el momento en que Jesús apareció y cambió mi vida. Pero aún no le hago justicia. La mejor manera que he encontrado es a través de una analogía simple.
Le digo a la gente que me sentía como si estuviera en una mesa de operaciones, frío, enojado y confundido; y Jesús fuera el cirujano, parado a lado de mí. Mi corazón estaba roto. Él, gentilmente, se acercó y cerró mis ojos; y luego abrió mi pecho, llegó a lo más profundo de mí y sacó mi corazón. Él lo sostuvo entre sus manos, un corazón lleno de odio, ira y amargura que me consumía, el quebranto de mi pasado y la maldición que estaba destruyendo mi vida y mi alma.
Jesús lentamente tomó mi corazón, lo llevó a Sus labios y lo besó. Él lo acarició y sanó las heridas. Luego lo colocó de nuevo dentro de mi pecho y me cerró. En un instante supe que estaba mejor, que mi corazón ya no estaba roto. En ese momento supe que era una nueva creación. Tenía un corazón nuevo, un corazón de amor, compasión y arrepentimiento. Todos los sentimientos de odio y resentimiento habían desaparecido. ¡Mis pecados fueron perdonados y al fin fui libre!
Todavía lucho con las lágrimas cada vez que uso esta analogía. El momento en que Jesús vino a mi corazón y me salvó es la experiencia más amada en mi vida. Antes de ello, nadie había besado mi corazón. Era lo que más necesitaba de mi nuevo Padre.
¡Gracias, precioso Jesús!
NICKY CRUZ |
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