La felicidad fluye y fluye en función de nuestras circunstancias cambiantes. Un nuevo bebé o un nieto nace, y todos somos ‘pura sonrisa’. Ganamos unas vacaciones gratis, ¡y estamos extasiados! El jefe da un gran aumento justo cuando necesitamos el dinero extra y nos exaltamos. Pero la euforia es sólo temporal. Inevitablemente algo cambia y se lleva nuestra felicidad con ella. El bebé se enferma; llueve en nuestras vacaciones; nuestro trabajo es eliminado por una fusión corporativa. El sentimiento positivo es efímero. En el mejor de los casos nos sentimos vacíos, y en el peor, incluso enojados.
Entonces, ¿cómo recuperamos nuestra felicidad cuando la situación cambia? No podemos ‘desear’ la felicidad de vuelta. No podemos perseguirla. Esforzarnos más por recuperarla sólo produce frustración. Si las circunstancias por sí solas nos hacen felices, entonces nuestra situación tiene que cambiar para que volvamos a ser felices. Sin embargo, esa es precisamente la razón por la que somos infelices. No tenemos, y nunca tendremos, el control sobre las cosas que logran el “no te preocupes, sé feliz”.
La felicidad es circunstancial y elusiva, pero el gozo no es circunstancial. Podemos tener gozo incluso cuando no estamos felices. Algunos pueden oír a los cristianos hablar del gozo y pensar que el ‘gozo’ es sólo una palabra religiosa para la felicidad. Pero el gozo difiere de la felicidad. Si la situación es correcta, cualquiera puede experimentar la felicidad. Incluso las personas que no conocen a Dios o que maldicen a Dios, pueden estar felices. Pero no tienen gozo, porque esa bendición en la vida tiene una fuente totalmente diferente.
De acuerdo a la Escritura, el Espíritu Santo produce gozo. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23, énfasis añadido).
¿No es interesante que el gozo es mencionado inmediatamente después del amor? Obviamente Dios no quiere que vivamos vidas deprimidas, irritables, amargas. Él sabe que la felicidad es efímera, así que a través del Espíritu, Él nos da un gozo sobrenatural que trasciende nuestras circunstancias. El gozo es un hermoso regalo que acompaña la salvación a través de la fe en Jesucristo. Es un don impartido por el Espíritu Santo a la parte más íntima de nuestro ser.
Jim Cymbala