Juan 1:17
“La ley por medio de Moisés, fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.”
Por lo tanto, todos los seres humanos estamos irremediablemente destituidos de la gloria de Dios. Si nuestra relación con Dios dependiera de nuestros méritos, estaríamos irremisiblemente perdidos.
Pero en su gran misericordia Dios se inclinó hacia nosotros por medio de Jesucristo, aceptando el pago completo de una vez y para siempre muriendo en la cruz, allí Jesús antes de morir exclamó tetelestai, palabra griega que significa lo he pagado todo. Este fue el mayor acto de amor en la historia de la humanidad.
Es creyendo en Él y dejándole obrar en nuestro corazón por medio de la fe, que podemos pedirle a Dios que perdone nuestras faltas y nos inspire a vivir de acuerdo a su voluntad.
Esto solamente es posible con la intervención del amor de Dios por medio de su Hijo, con su poder y su obra sobrenatural. Mientras crecemos en la comunión con Él, Dios renueva nuestra forma de pensar y de vivir.
Podemos dividir nuestra vida como se ha hecho con la historia humana, en antes y después de Cristo (A.C. y D.C). Antes de Cristo nuestra vida no tenía sentido. Nos dominaba el orgullo, la vanidad y había muchas cosas que atentaban en contra de la seguridad y la tranquilidad de nuestro presente y futuro.
Cuando pudimos reconocer a Cristo como Nuestro Señor, se produjo un cambio en la dirección de nuestra vida. Nos acechaban la muerte eterna y el caos de una vida sin propósito.
Fue al creer y recibirle como Salvador y Señor, cuando nuestra vida tuvo un giro rotundo, como resultado de la obra de Dios en nuestro ser templando con su amor y su Espíritu nuestro ser y comenzamos a depender de Él.
Dios te bendiga, Araceli