Ya se había dado un baño y se estaba preparando. Cambiarse, peinarse,
perfumarse, detalles típicos antes de una salida nocturna con amigos. Primero,
ir a tomar algo a algún bar
y después, ir al boliche.
El celular, apoyado por ahí, no paraba de cantar mensajes nuevos. Miró
el reloj. 11.45 PM. Tipo 12 te pasamos a buscar, abrazo, dice el último mensaje
de texto. Todavía, falta un poco, pero, bueno, nunca llegan a horario, se dijo.
Buscó la remera que más le gustaba para ese sábado, se calzó el jean y las
zapatillas de lona. ¿Dónde puse el reloj? Ah, ahí está.
Antes de salir a dar el examen de la materia diversión, de cada fin de
semana, fue repasando: reloj, documento, llave de casa, celular, billetera...
Mientras tanto la computadora estaba encendida, el MSN abierto y en el
estado de conexión No Disponible. Ya había varias ventanas abiertas y otras en
la parte inferior de la pantalla titilando en azul. Hola, Holis, Hello, Qué
hacés?, cómo va?, Salís?, Estás?, Zumbido. No importaba que dijesen las
ventanas de conversación porque él no las estaba leyendo. En realidad No
Disponible era, Disponible para Quien Yo Tenga Ganas de Contestar, y como era
sábado, estaba para sus amigos, o por si se conectaba la chica que más le gustaba.
Desde otra habitación, allá en el fondo como musicalizando la situación,
sonaba un CD en formato Mp3 con cientos de temas diversos. La TV estaba
encendida en pausa, en algún canal que no viene al caso porque nadie la estaba
mirando, simplemente estaba dando luz con su pantalla.
Se acercó al espejo para el control de imagen: última mirada, esa que
sirve para confirmar que todo está en su lugar. Se acomodó el pelo, dio media
vuelta como para empezar a irse. Esperá, Esperá, le dijo una voz muy parecida a
la de él. Y no pudo más que quedarse pasmado, ante su propio reflejo que le
estaba hablando.
-Sí, no hagas esa cara, soy yo, soy vos, soy tu reflejo. ¿Cómo andás?
-Bien, acá, por salir, ya sabrás... es sábado a la noche.
-Sí, sí, veo que sí por como estamos vestidos, pero, contame un poco
más. Bien es una palabra entendible pero en realidad no dice nada, profundizame
un poco.
-Y... es verano, tengo muchas fiestas, muchos amigos, invitaciones,
conocí gente nueva, tengo vacaciones por delante. No sé, todo bien.
-Está bien, algo sé, pero, te pregunté como andás vos realmente, yendo
un poco más allá, en lo profundo; lo anterior son detalles.
-Y, yo estoy bien, ya te dije. El año pasado tuve muchos logros, muchos
fracasos, cumplí algunas metas, otras no. Encontré algunas respuestas y otras
no.
-Está bien espero que este año puedas responderlas. Che, me hacés
un favor, andá y desconectate o mejor apaga la computadora, me molesta mucho
que esté encendida porque sí.
Sin salir del asombro por la situación, le hizo caso. Fue hasta la
computadora y la apagó. Luego volvió al espejo esperando no encontrarlo más,
pero ahí estaba.
-Apagá la música ahora y ya que está el televisor, porque así no puedo
hablar, hay mucha distracción electrónica.
Al final su reflejo, daba más órdenes que su madre. Pero ni pensó en
negarse, por las dudas, había que andar bien con uno mismo.
-Bueno, así está mejor, dijo el reflejo. Volvamos a lo nuestro.
Antes de seguir él se adelantó y le propuso apagar el celular. Era el
último aparato que quedaba encendido. Su reflejo le dijo que sí, que así, ya
empezaban a entenderse mejor.
-¡Cuánto hace que no te encontrás! A veces hay que desconectarse un
poco, para poder encontrarse con uno mismo - le dijo el espejo en una especie
de reto. Últimamente- siguió y empezó a caminar de un lado para el otro- hace
mucho que no nos encontramos, antes no era así. Por eso tuve que aparecer acá
en el espejo, donde se hace evidente y visual el encuentro con uno mismo.
-¿Viniste para decirme esto? ¿para retarme?
-Tal vez, tal vez no. Pero, si no te lo digo yo, ¿quien? Te hice apagar
los aparatos para que escuches un poco tu voz y dejes de escuchar un poco la
ajena. Cuando te hablo a veces, no me escuchás, ponés música, te conectás, mandás
mensajes. Mucho ruido ¿Y yo cuando?
-Bueno, a veces estoy tranquilo y pienso en mí. No es tan así.
-Bueh, No sé, a mí no me mientas, mirá que te mentís a vos mismo en
definitiva – dijo con cierta sonrisa. Vos, hacé como quieras. Por ahí tanto
ruido, tanta salida, tanta fiesta, es para tapar la realidad que te muestra el
silencio, lo que querés evitar.
-No te hagas el que te las sabés todas, habláme más claro.
-El equilibrio digo, algún día, tratá de encontrarme, preguntame como
ando, mirá que no voy a aparecer en el espejo todo los días para recordártelo.
-No tengo tanto tiempo para mí últimamente. Viste que también empecé a
trabajar.
-No pongas excusas, siempre hay momentos para escucharse. Así como hay
un tiempo para encontrarte con tus amigos, buscáte un tiempo para vos.
-Bueno, está bien, tenés razón.
-¿Sos feliz?- le tiró la pregunta así como una puñalada inesperada.
-Uh, me matás con esa pregunta, digamos que... sí.
-Ves, antes tenías tiempo para pensarla, ahora no te planteás nada. Te
estás volviendo muy superficial, mucho vivir el momento me parece. Tenés que
darle paso un poco a los sentidos, a los sentimientos y así, poder elegir lo
que más conexión tenga con ellos.
La charla continuó unos minutos más. En definitiva estaba hablando
consigo mismo, peleándose, amigándose de a ratos, riendo, llorando un poco. El
reflejo le propuso que al otro día, mirase fotos viejas, esa también era una
manera de encontrarse a sí mismo, a través de los recuerdos.
Cuando el reflejo se fue, por unos instantes se sintió solo y sin
reflejo. Giró la cabeza y volvió a mirar. Ahí estaba, por suerte, el reflejo
normal, el que copiaba sus movimientos. Por un momento se asustó como un niño,
y se imaginó una vida sin reflejo.
¡Cuánto hace que no te encontrás! – le quedó sonando en la cabeza. Pero
sólo por unos segundos. Afuera una bocina de auto avisaba que sus amigos habían
llegado para salir.
por Martín
Gozdziewski
Escritor