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Jesús dijo en Getsemaní: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mateo 26:38). ¿Puedes imaginar al Hijo de Dios soportando una noche de confusión? ¿No sabía él que estaba a punto de reclamar toda la victoria sobre el infierno y la muerte? ¿No tenía él un sentido innato de guía y destino, sabiendo que el Padre estaba con él?
Muchas generaciones de cristianos han dicho que la parte más difícil de la fe es la última media hora. Quiero agregar aquí una palabra, que la noche de confusión a menudo viene justo antes de la victoria, justo antes de que la oscuridad se rompa y la luz comience a amanecer.
Justo antes de que se rompa el poder de Satanás, enfrentarás una devastadora noche de confusión. En esa hora, te parecerá que toda la guía se ha ido y el propósito ha desaparecido. El sentido del Espíritu de Dios, en el que una vez confiaste parecerá haberse evaporado. Puedes estar de acuerdo con Job cuando dijo: “Si el Señor está obrando, no puedo percibirlo” (ver Job 23:8).
Muchos en el cuerpo de Cristo enfrentan problemas morales similares a los de David. En su noche de confusión, se preguntan: “Dios, ¿por qué yo? Mi corazón te estaba buscando cuando mi pecado me sobrecogió. Mi alma está plagada por completo. No entiendo”.
No pienses por un momento que alguien que ha sido usado poderosamente por Dios tiene todas las respuestas. Yo sé lo que es enfrentar ese silencio divino en una noche de confusión. Sé lo que se siente caminar durante una temporada de presión y desconcierto, sin orientación aparente. Todos mis patrones previos de dirección y discernimiento fueron inútiles. Simplemente no podía ver mi camino y me vi reducido a este clamor: “Señor, ¿qué ha sucedido? No sé qué camino tomar”.
Todos enfrentaremos esa noche. Sin embargo, gracias a Dios, es una temporada que pasará. El Señor desea aclarar nuestro camino. Él ha prometido: “Me tornaré a ti en tiernas y amorosas misericordias”. Y así lo hará con nosotros, sus hijos, extendiéndonos su misericordia en nuestros tiempos de aislamiento.
DAVID WILKERSON
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Así es querido hermano y amigo, yo tambien lo he enfrentado, y cuanto parecía desfallecer el Señor me sostuvo y renovó mis fuerzas y mi fe, El lo hace y no se tarda mas de lo que podemos soportar. El es fiel. Gracias, muy buen mensaje. Bendiciones para Adriana y para ti. Araceli. |
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Hermosa reflexión, hermano, muchas
gracias. Creo que la infinita tristeza de
Jesús en Getsemaní, probablemente tenía como causa principal la inevitable
sensación de fracaso. Era totalmente
Dios pero también totalmente humano. Había venido para salvarnos, ayudarnos a
crecer y hacernos dignos del Reino, y todos lo habíamos ignorado, cuando no
traicionado. Me pregunto si no sería quizás aplicable a Él en aquel momento, la
expresión del autor: “Justo antes de que
se rompa el poder de Satanás, enfrentarás una devastadora noche de confusión.
En esa hora, te parecerá que toda la guía se ha ido y el propósito ha
desaparecido”. Salvando la distancia de que nunca Satanás tuvo poder sobre
Él, pienso en la frase final: “Padre,
¿Por qué me has abandonado?”.
Pero yendo a nuestro caso ante
la muerte: es verdad que Jesús nos ha prometido que estará con nosotros hasta
el fin, y nos ha mostrado a su Padre como el Padre amoroso y misericordioso de
todos sus hijos. Él nos dijo: No temas,
pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido darles el reino (Lc 12,
32). Sin embargo también es verdad que todos, más tarde o más
temprano, afrontamos durísimos momentos, noches oscuras, y atravesamos
desiertos temibles. Los acontecimientos de estos días en el mar son prueba
palpable de que la vida no es precisamente un lecho de rosas. Y también sabemos
por propias experiencias, que somos como niños débiles, asustadizos, desconfiados y temerosos aun cuando la fe recibida nos lleva a creer que estamos en los brazos de nuestro Padre.
La muerte es
el último enemigo que será vencido (1 Cor.15,26) . En verdad ya ha
sido vencido por Cristo, y sin embargo el dolor atenaza nuestros corazones ante
ella. También Jesús lloró la muerte de su amigo, aunque estaba seguro de que, a
su voz, Lázaro habría de resucitar. Es porque la
muerte física implica separación –bien que momentánea- y parece absolutamente
absurda a los que no han sido agraciados con el regalo de la fe y por momentos, también a nosotros.
Me pregunto
cómo será mi “última media hora” de la que habla el autor. Y tengo la esperanza
de que el Espíritu Santo no deje que su luz se apague del todo en esos momentos,
y espere confiado el amanecer definitivo.
Un abrazo. |
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