Después de un tiempo de aventura que más adelante les platicaré, volví a la escuela con las ganas de recuperar, aunque fuera en cierta manera, los años desperdiciados, y eso hizo que me esforzara por terminar mis estudios de secundaria, mismos que afortunadamente terminé aunque debiendo la materia de matemáticas de tercero por haberla reprobado, la cual, nunca presenté.
Posteriormente, mis inquietudes en el dibujo y la pintura, me hicieron inscribirme en el Taller de Artes Plásticas, un taller en donde se encauzaba el talento en las diferentes áreas creativas manuales y que dependía en forma provisional de la Universidad Veracruzana, pero al ver la cantidad y calidad del material humano que solicitaba esos estudios, hizo que con el paso de los años este sencillo taller se convirtiera en la actual Facultad de Artes Plásticas.
El tiempo que pasé en las aulas de ese taller fue también maravilloso, puesto que en ellas conocí a muchas personas que me brindaron una amistad muy especial, especial porque tanto ellos como yo lo que buscábamos era una identidad común en lo que nos gustaba, y ese gusto por lo mismo, fue la que nos unió y que motivó esa amistad sincera y desinteresada que fluía de todos sin excepción, incluyendo a todo el personal docente, que más que directores y maestros, eran unos verdaderos compañeros con nosotros sus alumnos.
Pasada la euforia de querer ser un artista plástico reconocido, empecé a asentar mis pasos y empecé a trabajar en la empresa en que mi padre laboraba, es decir, en la Cooperativa de Camioneros del Servicio Urbano, como tarjetero, es decir, como la persona que les recogía las tarjetas de ruta a los choferes de los camiones para entregarlas en la oficina del despachador quién programaba nuevamente sus salidas en esas tarjetas, mismas que yo entregaba a los choferes; pero mejor no nos adelantemos, para que así, después de haberles dado a conocer mi currículum de estudiante en la forma tradicional, pasemos ahora a conocer mi currículum de estudiante en la escuela de la vida, es decir, en cómo me desenvolví y desarrollé en los diferentes círculos en que todos nos movemos, familiar, del barrio, estudiantil, de trabajo, etc.
Pues bien, ¿recuerdan que les platiqué de cuando nos cambiamos a la casa de la calle cooperativismo y de la forma en que se encontraba en ese entonces mi barrio?, bueno, pues es precisamente ahí en donde empieza la telenovela de mi vida.
Cuando llegamos al barrio construido en terrenos que habían pertenecido al dueño de las fincas que lo rodeaban, ya se encontraban algunas casas construidas un poco antes que nuestra colonia, una de ellas, la de la familia Tamayo Terrazas, presidida por don Fausto Tamayo y doña Columba Terrazas; en ese tiempo recuerdo a sus hijos Pilar, Ofelia, Lucha, Luis, Jorge y Pancho, éste último contemporáneo mío; también se encontraba la Quinta Santa Elena compuesta de dos grandes residencias; en la primera vivía el Sr. Don Darío Cházaro y su esposa la Sra. Fela y su hijo Darío Cházaro, quién también es mi contemporáneo. En la segunda vivía el Hermano de Don Darío, Ramón Cházaro, lo llamábamos simplemente Ramón, ya que la sencillez de esta persona nos permitía, inclusive, tutearlo. De sus hijos, recuerdo poco de ellos a excepción de su hijo Ramón, ya que el nivel y el círculo social en que se desenvolvían fue muy diferente al nuestro, por lo que nuestro contacto con ellos fue mínimo.
Después, por la zona del llanito había 4 o 5 construcciones de cuyos habitantes recuerdo muy poco ya que el tiempo que vivieron en ellas fue prácticamente muy corto. Más allá del llanito se encontraban otras casas muy humildes en lo que hoy es la calle Zempoala y que a pesar de que nuestra relación con los niños de ese lugar fue más cercana, el paso del tiempo en mí, ha puesto una bruma mental que hace que yo recuerde solo algunos nombres de mis amigos de ese tiempo ya que actualmente sólo con uno o dos de ellos conservo esa añeja amistad.
Después en la parte izquierda del llanito, había una construcción habitada por la familia Vargas cuyo jefe, Don Enrique Vargas, fue el precursor de la venta, fabricación, colocación y reparación de persianas y cortinas metálicas y todos los implementos y refacciones necesarias para las ventanas de casas habitación en esta ciudad de Xalapa y sus alrededores. De sus hijos, recuerdo a Jorge y Enrique Vargas con quienes convivimos varios años, hasta que por problemas familiares tuvieron que dejar el barrio y la ciudad.
Esta historia verdadera está basada en hechos reales en mi persona, por lo que deberá tomarse ésta con las debidas reservas del caso. Gracias
José Luis Hernández Cuéllar.