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La reflexión que subió el hermano Héctor, "Las bendiciones espirituales de Dios", particularmente el último párrafo, me trajo a la memoria un poema que escribí años ha, en que recordaba los primeros "pasos" que di en el espíritu. Quiero compartirlo.
EL CORAZÓN DE MI PADRE
Te amé , mi Dios, desde aquel día
en que Francisco me dejó entrever tu Rostro
brillando en su pobreza apasionada,
su amor y su humildad sin condiciones.
Así llegué hasta vos,
aferrado a la cuerda en su cintura.
Te amé, mi Dios, desde aquel día,
radiante de
juventud y anhelos,
en que soplaste a mis oídos tu requiebro.
Se embriagó mi alma al sonido de tu voz.
“Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”1
Aquella fue la edad de los primeros
sueños,
cuando despertaban mis entrañas
y mis sentimientos.
Te amé desde el fondo de todas mis
flaquezas
y quise poner mis pies tras de tu huella.
Por amor te ofrecí mis años juveniles
y no fue sacrificio sino gozo.
Aun sin clara conciencia de la afrenta
supe que mis debilidades me apartaban de vos,
y cuando me vi lejos
lloré mis faltas y las odié por eso.
Entonces no sabía, ¡aún no sabía!
que me amabas tanto y nunca estabas lejos,
aunque yo me arrastrara en el barro
de mi flojera y mi miseria .
Me dijeron que mis faltas abrirían
un abismo infinito entre tu amor y el mío,
porque infinita era tu dignidad,
y tu majestad, infinita.
Pero un día me revelaste que infinito era
tu amor;
Y tu misericordia, infinita:
inmensurablemente mayor que mis pecados;
que tu Cruz y tu resurrección
me habían ganado el perdón
cuando yo aún me debatía
en el fondo del abismo de mi nada.
Y cuando me contaste de aquel hombre,
que no espera que su hijo llegue arrepentido
a postrarse a sus pies, lleno de vergüenza,
sino que sale a su encuentro
con los brazos abiertos,
y cubre de besos aquel rostro amado
sin aguardar un ruego de perdón, ni penitencia,2
me diste a conocer la cabal dimensión
de la misericordia y el amor
del corazón de mi Padre,
¡Entonces
supe que mi pecado podía penetrar
la infinita majestad y dignidad;
llegar hasta tu corazón,
y abrirlo como un capullo sangrante
de dolor y amor incomparables!
Y te amé aun más, y en Vos al Padre.
Así, fue peana mi pecado,
y nuevo punto de partida.
Sumergí mi vida en sus aguas de misericordia,
y nado hacia la meta
que tu Espíritu quiso rebelarme.
Mas hoy bien sé que es imposible que la
alcance
tan sólo con mis pobres y agostadas fuerzas;
Sé que sos Vos: tu Aliento y tu poder,
los que al fin me entregarán
en los brazos de mi Padre
...............................................................................
Te amé, Señor,
porque he pecado y me has perdonado.
Porque quisiste ser mi Hermano y rescatarme.
Porque sé que siempre me estás esperando,
y desde tu gloria me mostrás tu Rostro
y me tendés la mano.
Vos sabés, Señor, que siempre te he amado,
Y, Espíritu mediante, te amaré hasta el fin.
Te doy mi palabra, Jesús,
de que en mi vida tu Cruz
no habrá sido en vano.
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1: Jer.20,7
2: Cf. Lc 15, 11-32
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Precioso, Nestor.
Me quedo tratando de pensarme en la estrofa final. ¿Será que yo también pueda hacer ese compromiso? ¿Será que auténticamente lo que haga de mi vida tendrá un sentido a sus ojos?
Seguiré trabajándolo. Te felicito, querido amigo.
Te doy mi palabra, Jesús,
de que en mi vida tu Cruz
no habrá sido en vano.
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