Cada vez que el Espíritu cae, siempre hay dos cosas en evidencia: un espíritu de gracia y un espíritu de súplica. “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración” (Zacarías 12:10).
El libro de Tito nos dice que la gracia nos es dada como poder sobre el pecado, para darnos la capacidad de vivir vidas sobrias y santas. “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:11-13).
Una maravillosa medida de esta gracia ha estado presente en el pueblo de Dios desde Pentecostés. El Espíritu Santo ha enviado convicción de pecado a todas las naciones, enseñando a creyentes de todas las razas y lenguas a abandonar la impiedad. El resultado ha sido un pueblo que vive sobria y justamente; y anhela la venida de Jesús.
Creo que Zacarías 12 está profetizando que en la última hora, el Espíritu Santo caerá poderosamente sobre el pueblo de Dios con un espíritu de gracia que los alejará por completo de toda mundanalidad. Producirá en ellos pureza de corazón. El pueblo de Dios despertará a la verdadera “predicación de la gracia”, del tipo que trae convicción a las personas, de todas las cosas ocultas en sus vidas. Los ministros predicarán un mensaje de convicción, exposición de pecado y arrepentimiento más allá de lo que se haya visto en la historia. Toda injusticia, impiedad e insensatez quedarán al descubierto; y los que están en la casa de Dios sentirán una “presión” de hacer lo correcto.
Ministros por todo el mundo, que han sido tibios, serán movidos por el Espíritu Santo. Dios los herirá con la convicción de su gracia y les dirá: “El mundo se viene abajo y pronto estarán delante de mí. Comiencen a hablar a los corazones de las personas con la unción del Espíritu Santo”.
DAVID WILKERSON