“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27).
Jesús está ilustrando aquí que la única casa que resistirá en la tormenta venidera está establecida sobre un fundamento sólido. La casa de la que Jesús está hablando es nuestro caminar con él. Estamos construyendo el fundamento de conocer a Cristo, de entender sus caminos. Estamos construyendo en nuestra fe, ciertas características que determinarán cómo reaccionamos bajo presión.
Muchos cristianos dicen: “Bueno, yo soy un creyente. He edificado sobre la roca”. Sin embargo, ellos no entienden realmente lo que significa esta frase y recibirán un gran impacto cuando su relación con Jesús no resista la tormenta. ¡Serán expuestos como carentes de fundamento!
¡No podemos entender esta parábola a menos que entendamos que se trata de obediencia! Jesús está hablando de una persona que oye su Palabra y la hace, que lo obedece, que actúa según sus mandamientos. Él está describiendo un estilo de vida: un caminar de obediencia total y absoluta a su Palabra. ¡Ese debe ser nuestro fundamento!
Por supuesto, Jesús mismo es nuestra roca, pero ese no es el significado completo de “roca” como lo usó en esta parábola. Algunos que afirman haber edificado en Cristo como su roca, podrían no estar construyendo apropiadamente. Esta roca es una condición del corazón y representa los motivos fundamentales donde se origina nuestra obediencia a Dios.
DAVID WILKERSON