Déjame hacerte una pregunta hoy de parte de Dios: ¿Estás dispuesto a amar a otros como Jesús nos manda?
¿Estás dispuesto a abrir tu hogar a los demás, si fuera necesario: a dar de lo que tienes para satisfacer las necesidades de otros en el Cuerpo de Cristo? ¿Estás dispuesto a ser un vaso a través del cual Dios le dé agua a alguien que tenga sed? ¿Alimento a alguien que tenga hambre? ¿Ropa a alguien que esté desnudo? ¿Refugio a alguien sin hogar?
Ahora, por favor no me malinterpretes, no estoy sugiriendo que salgas hoy y llames a un agente de bienes raíces, vendas tu casa o departamento, vayas al banco a sacar tus ahorros y simplemente los tires todos al viento. Lo que estoy diciendo es que Dios, previendo los días que se aproximan, sabe lo que necesitamos escuchar y considerar, porque esta será la característica de la verdadera Iglesia de Jesucristo. Tal fue el caso en el libro de los Hechos: “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:46-47).
Cuando dice, “teniendo favor con todo el pueblo”, yo creo que era exactamente lo que Jesús le había dicho a sus discípulos: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).
Durante las últimas décadas, muchos han hecho grandes esfuerzos para tratar de probar que la presencia de Dios está entre ellos. ¡Sin embargo, la obediencia a este mandamiento nuevo es la evidencia! Las lenguas se pueden imitar, los dones del Espíritu Santo se pueden falsificar, la profecía puede ser de la carne. Todas estas cosas pueden ser fraudulentas, pero un amor sacrificial, benevolente y permanente el uno por el otro no puede falsificarse, al menos no por mucho tiempo. Esa es la razón por la cual si la gente en el mundo ve al Cuerpo de Cristo viviendo en comunión genuina -un marcado contraste con el egocentrismo y las divisiones de esta generación- no tendrá más remedio que reconocer que esto sólo lo podría haber hecho el Espíritu de Dios.
Carter Conlon