RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL
Salmo 120, 6 y 7 Estoy cansado de vivir entre personas que odian la paz. Busco la paz; pero, cuando hablo de paz, ¡ellos quieren guerra!
Ayer hablaba con una querida amiga y hermana en la fe, que el estado social y espiritual de estos espacios cotidianos en los que convivimos, nos apalea desde el momento en que nos levantamos y encendemos un medio de comunicación; luego "la calle" se ocupa de golpear y golpear nuestra alma, por tantas y tantas situaciones ante las que nos sentimos impotentes de poder resolver, miles de personas que sufren el abandono desde un modelo económico que margina y condena, situaciones de inseguridad, políticos que a ojos de todos malversan lo que nos corresponde, una sociedad que se olvidó de Dios y no me refiero a cuestiones religiosas, sino a los principios morales que Él nos marcó como los mejores para una vida digna.
Estoy estudiando hace dos semanas los libros de Jeremías y de Ezequiel. Ambos han vivido la misma época del pueblo de Israel, y en el mismo espacio geográfico (aunque no se mencionan entre sí en sus respectivos libros de la Biblia). Ambos traen un duro mensaje del Señor, llamando al arrepentimiento, a volverse de caminos equivocados, a abandonar prácticas que no tienen nada que ver con Dios. Y anuncian la destrucción social, la ciudad de Jerusalén y el templo que era el centro de la vida religiosa, si Su palabra no era oída y practicada por el pueblo, comenzando por sus gobernantes y líderes religiosos.
Pero hay algo especial que diferencia el mensaje de Ezequiel respecto del de Jeremías, y es que el primero enfoca la profecía en LA RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL.
Como la enseñó Ezequiel, tenía dos aspectos: la responsabilidad con respecto a la propia alma (18:2, 4, 20); la responsabilidad con respecto al alma del prójimo (3:18–21; 33:7, 8).
El primer aspecto de la doctrina de Ezequiel acerca de la responsabilidad individual, es el de la responsabilidad para con la propia alma. Especialmente el capítulo18. En los primeros versículos, el profeta ataca la idea de que los hijos tienen que sufrir por los pecados de los padres, concepto bien arraigado en los corazones del pueblo, condensado en el refrán: “Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos tienen la dentera” (18:2). En contra de este falso concepto popular, el profeta anuncia el nuevo principio que también era viejo: “El alma que pecare, esa morirá” (18:4, 20).
El segundo aspecto es la responsabilidad para con el alma del prójimo. En Ezeq. 3:18–21, tenemos vívidamente anunciada la responsabilidad del profeta acerca de las almas del rebaño. Al comenzar la primera división principal de su libro, pues, y también al comenzar la tercera división general (33–48), se da énfasis a la idea de la responsabilidad del profeta para con las almas del pueblo. Tanto en el cap. 3 como en el 33, tenemos casi las mismas palabras. En 3:17, 18 se dice,
“Hijo del hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel: oirás pues tú la palabra de mi boca, y amonestarlos has de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás, y tú no le amonestares, ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino, a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, mas su sangre demandaré de tu mano …” En 33:7, 8 tenemos casi las mismas palabras.
Igual que hace 2500 años, tiempo en que les tocó a estos hombres de Dios servir en su ministerio, el Señor es consciente hoy de cada una de estas circunstancias que transcurren el presente social en el que vivimos. Pero no nos pide simplemente "resistir". Nos llama a constituirnos como Atalayas.
Y hay algo más, todavía más profundo, y es que nos llama a ser atalayas A LA CASA DE ISRAEL, que espiritualmente es hoy la Iglesia de Jesucristo. Nos pone además la responsabilidad de que al ser abiertos nuestros ojos espirituales para percibir más allá de lo material en este presente, tenemos la obligación de no callarnos, de llamar a la reflexión, de mostrar el camino, de llamar al arrepentimiento, porque si no lo hacemos, Él demandará de cada persona que se pierda la sangre de nuestras manos.
Siento el mismo agobio que tu sientes. La misma frustración, la misma sensación de impotencia. Pero si estás leyendo o escuchando este comentario es porque hemos sido llamados a tomar una participación activa siendo voceros del Dios viviente, siendo luminarias en un mundo de oscuridad, siendo atalayas que anuncien y muestren dirección ante el desconcierto y el extravío en que viven quienes nos rodean.
Vuelvo a remarcar (primero que a nadie a mí mismo) que la tarea está centrada en un mensaje que debe darse a la Iglesia, a quienes somos Iglesia (no al lugar físico del templo).
Muchos de quienes nos escucharán están haciendo las cosas “más o menos bien”, cumpliendo con preceptos y enfocados “gruesamente” hacia el blanco.
Pero igual que en la época de los libros de Reyes, esto no alcanza. En aquel entonces hubo quienes habían revisado parcialmente sus caminos, pero seguían adorando idolátricamente en “los lugares altos”.
¿Cuáles son nuestras idolatrías, nuestros ídolos falsos en este tiempo?
Y no me refiero necesariamente a figuras de yeso, sino a todo aquello que ponemos antes que Dios en nuestro orden de prioridades. Comenzando con nuestro ego.
Los profetas anteriores, Isaías, Jeremías, Miqueas y otros, se habían interesado por la salvación nacional, y habían propagado esta doctrina, es decir, la relación entre la nación y Dios. Los derechos y las obligaciones del individuo dentro de la vida civil y económica del pueblo eran, desde luego, especificadas en detalle, pero el énfasis mayor fue sobre la relación entre el estado y Dios.
Ezequiel, sin descuidar el elemento teocrático, se interesó mucho más en la doctrina de la responsabilidad individual. En este aspecto, el profeta Ezequiel fue el más evangélico de todos los profetas del Antiguo Testamento, así como Isaías fue el más evangélico en la claridad y perspicacia con la cual vio y anunció los sufrimientos del Mesías.
Efectivamente, luego el mensaje de Jesús tuvo mucho que ver con este enfoque individual. A Él no le interesó que “colemos el mosquito” sino que nuestra vida sea vivida con integridad y sin mediocridades ni tibiezas.
De modo que más allá de nuestras fuerzas anímicas o físicas, hemos sido constituidos en voceros de un Dios que vive, y que sigue llamando con voz amorosa: ¡“vuelvan a mí, vuelvan a mí”!
Lucas 13: 1-9 En aquella misma ocasión, algunos estaban allí contándole de ciertos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios. Respondiendo Jesús les dijo: "¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron estas cosas, habrán sido más pecadores que todos los galileos? Os digo que no; más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que ellos habrán sido más culpables que todos los hombres que viven en Jerusalén? Os digo que no; más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis de la misma manera."
Entonces dijo esta parábola: "Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló. Entonces dijo al viñador: ’He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?’ Entonces él le respondió diciendo: ’Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás.’ "
¿Cuál es nuestra tarea?
Ciertamente no la del dueño de la viña, sino la del viñador. Quienes abonemos la tierra, quienes hagamos todo lo que está a nuestro alcance para que aquella higuera hoy sin frutos comience a dar aquello que el Dueño de la viña espera de ella.
Puedo asegurarte que me debato día y noche en lo espiritual, me atormentan dos voces 24 horas al día. Una de ellas me dice que abandone, que me quede tranquilo en mi casa, que ya no cumpla con las labores ministeriales que el Señor me asignó, que no tiene sentido porque la gente no escucha. La otra es la que hoy pongo frente a tus ojos en labios de Ezequiel.
Seguramente no fue casualidad que unas semanas atrás comenzara con este estudio profundo de los profetas Jeremías y Ezequiel. Seguramente no es casualidad que estés leyendo o escuchando este mensaje.
Querida amiga, querido amigo, hay una tarea por realizar y nos ha sido encomendada a ti y a mí. ¿Seguiremos mirando para otro lado?
No es excusa el que digamos que no estamos aptos, o que no somos dignos. Él purifica nuestros labios, como lo ha hecho con cada hombre de Dios. Él pondrá sus palabras en nuestra boca.
Salgamos, que hay vidas en juego detrás de nuestro silencio.
HÉCTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
Río Gallegos, Argentina
Bibliografía: Gillis, C. (1991). El Antiguo Testamento: Un Comentario Sobre Su Historia y Literatura, Tomos I-V (Vol. 4, pp. 253–254). El Paso, TX: Casa Bautista De Publicaciones.