La relación entre la suegra y la nuera puede ser difícil y hasta cierto punto, frágil. Si eres suegra o nuera, es muy probable que sepas cuán complicada puede ser esta relación. Quisiera decirte que siempre es hermosa y llena de momentos agradables para las mujeres que hemos creído en el evangelio, pero la verdad es que no siempre es así. Somos mujeres que pecamos, que batallamos contra nuestra naturaleza caída, y algunas veces nuestras emociones juegan en contra nuestra. Pero no te agobies, hay esperanza para cada una de nosotras y límites sanos que debemos cuidar.
Quizá eres nuera y estás leyendo este artículo con cierto recelo por esos “límites” que debes cuidar de no pasar, o eres suegra y no sabes cómo actuar. Escuchamos “límites” y casi de manera imperceptible hay cierta resistencia, ¿no es cierto?
Quizá recibimos estos consejos como si fueran órdenes: “Esto es lo que no debes hacer”, pero sin que pidan nuestra opinión, por lo que los vemos como prohibiciones que a alguien se le ocurrió ponerlas. Si no aclaramos cuál es el objetivo, habrá una guerra campal, en este caso, entre suegras y nueras.
Lo bueno de los límites
Me encanta hablarle de límites a mis hijos pequeños, porque mientras van creciendo y ponen en práctica esa enseñanza, su experiencia de vida es menos dolorosa. Pongámoslo así: un límite es una línea imaginaria que nos dice hasta dónde podemos llegar, y si la cruzamos, puede haber consecuencias desastrosas.
Los límites de los que hablamos y enseñamos a quienes amamos son saludables e incluso necesarios para que ellos estén protegidos. Por ejemplo, a nuestros hijos les enseñamos que no pueden cruzar la calle sin que el semáforo esté en rojo porque podrían atropellarlos. Lo mismo sucede en las relaciones humanas: hay límites que no debemos pasar, porque esos límites protegen la relación.
Permíteme aclarar que hay límites que, contrario a lo que pensamos, dañan las relaciones, porque se ponen por egoísmo u orgullo. Son límites que solo benefician a la persona que los establece, y en realidad son pecaminosos y no ayudan en nada a la relación.
Hay límites en el matrimonio que contribuyen al buen funcionamiento y la preservación de este. Límites que, si no existieran, correriamos el riesgo de pecar deliberadamente, deshonrando a Dios y a nuestro esposo, y terminaríamos muy dañadas. Por ejemplo:
- No asumir con agrado nuestro rol.
- Faltarle el respeto a nuestro esposo con palabras.
- Coquetear con alguien más.
- Dar mal uso al gasto familiar.
- Tomar el lugar de líder en el hogar.
- Hablar mal de nuestro esposo dentro y fuera de casa.
Podemos pensar que eso solo ocurre en los hogares donde no conocen el evangelio de Cristo, pero lastimosamente ocurre también entre los que sí le conocemos. Vuelvo a mencionar que somos pecadoras redimidas que, aunque el pecado ya no reina en nosotras, aún pecamos constantemente.
¿Qué hago si mi nuera no está respetando los límites?
Si como suegras vemos que nuestra nuera no respeta los límites, ¿cómo podemos actuar? ¿Qué hacemos si somos testigos de lo que ella está haciendo? ¿Qué pasa si no es creyente?
Sé que a cualquier madre le duele lo que sucede con sus hijos. Pero antes de hacer cualquier cosa, debemos frenarnos y no actuar impulsivamente. Por supuesto, debemos orar a Dios pidiéndole sabiduría, control de nuestras emociones, y gracia para con nosotras y con nuestra nuera también.
No olvidemos que esto aplica si ellas son creyentes o no. Nosotras debemos mostrar la gracia que algún día se nos presentó y que día a día vivimos. Como dice la Palabra: “De gracia recibieron, den de gracia” (Mt. 10:8).
Para esto, es necesario que nosotras vivamos con los ojos puestos en la eternidad, y así veamos que estas son oportunidades de oro en nuestras manos. Así podremos hablarles acerca de la necesidad que tienen de un Salvador, para perdón de sus pecados y el disfrute de la gracia y misericordia de Dios.
La Biblia dice: “Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano” (Mt. 18:15). No siempre sabemos cuándo hemos pecado. Dice la Palabra que hay pecados que nos son ocultos (Sal. 19:12), y cuando estamos caminando en el límite, quizá justo antes de pecar, es gratificante que alguien te diga: ¡Hey, cuidado, no sigas por ahí!
Me dirás: “Mira, tú no conoces a mi nuera, no sabes todo lo que podría suceder si le hablo de esos límites”. Es verdad, no conozco a tu nuera ni los límites que no está respetando, pero sí conozco al Dios que nos da gracia para hablar con amor. Ese mismo Dios nos da sabiduría para hablar de lo que se está haciendo mal, y guiar a un encuentro con Él para perdón de pecados.
Veámoslo así: nuestras nueras son las mujeres que con el favor y la gracia de Dios estarán con nuestros hijos toda su vida. Necesitamos ir con ellas con el mismo amor y dedicación con que iríamos a hablar con nuestras propias hijas.
Pero ¿cómo hablar con ellas sin que nos gane la emoción o el enojo por lo que les hacen a nuestros hijos? Viviendo en gracia. Cuando entendemos que nosotras hemos sido perdonadas, amadas, y redimidas de tantos y tantos pecados, le hablaremos a otros de esa gracia.
Mira lo que dice Colosenses 3:12-13: “Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”.
Esto aplica si nuestra nuera es creyente o no. Debemos recordar que Dios nos perdonó y que somos amadas por Él. Sabiendo eso, nosotras debemos perdonar a otros. Sí, eso incluye a esa nuera.
Así como Dios es tierno y compasivo, nosotras debemos serlo también. Así como Él nos muestra su bondad, humildad, y mansedumbre, nosotras debemos mostrarla también. Así como Él tiene paciencia con nosotras, seamos pacientes también.
Nosotras debemos recordar que Dios nos perdonó y somos amadas por Él. Sabiendo eso, nosotras debemos perdonar a otros.
Sé que no lo lograremos de manera perfecta. Mostremos gracia, la gracia de Cristo, y que sea Él quien brille a través nuestro, para que entonces nuestra nuera pueda ver en nosotras lo que Cristo hace en la vida de personas pecadoras que han decidido vivir para glorificarle a Él.
Aprovechemos cada oportunidad que Dios nos da para hablar de Él. Exhibamos la gracia de Dios a nuestra nuera, por quien no debemos dejar de orar, para que Dios toque su corazón si no es creyente; y si lo es, orar para que el dulce Espíritu Santo le revele las áreas en las que está fuera de los principios de la Palabra de Dios y le dé convicción de pecado y no piense que es algo personal entre nosotras dos.
Que el Señor nos ayude a unirnos más como familia, como personas imperfectas y tan distintas, pero con un deseo enorme de que el evangelio de Cristo brille a través de nuestra relación suegra y nuera para gloria de Su nombre.