¡Uno de los secretos importantes para obtener la bendición de Dios es dar! Cuando Moisés estaba dando sus instrucciones finales y su discurso de despedida a los israelitas, dio instrucciones específicas sobre algo llamado “el diezmo de tercer año”. A diferencia del diezmo regular, o la ofrenda anual del diez por ciento, el diezmo de tercer año estaba reservado para un propósito diferente.
“Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren” (Deuteronomio 14:28-29).
Es importante ver lo que Dios estaba haciendo aquí. Cada tercer año, las ciudades de Israel se convertían en enormes centros de almacenamiento para los diezmos de esta nación agrícola. Debido a que a los sacerdotes de la tribu de Leví no se les permitía poseer tierras, Dios insistió en que el pueblo provea para ellos de una manera especial. Pero eso no era todo. Este diezmo también estaba destinado a los vulnerables y desfavorecidos entre ellos.
¡Qué maravilloso y compasivo Dios servimos! Él siempre tiene un lugar especial en su corazón para los débiles, los quebrantados de corazón y los rechazados de entre su pueblo. La compasión y la preocupación por los oprimidos están arraigadas en el corazón de nuestro Creador.
Sin embargo, el diezmo de tercer año era más que el suministro para los sacerdotes y los necesitados. Israel debía dar generosamente “para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren”. Parece que el acto de dar con alegría a los demás realmente abría las ventanas del cielo para que las personas pudieran ser bendecidas.
Dios todavía quiere hacer cosas extraordinarias en favor de sus seguidores, los que le imitan y dan con compasión. Esta es una verdad profunda que haríamos bien en aplicar a nuestra vida diaria.
Jim Cymbala