La Palabra de Dios nos da muchos ejemplos de las cosas increíbles que suceden cuando el pueblo de Dios ora. Por ejemplo, en el Segundo libro de Reyes, el rey de Siria rodeó la ciudad donde estaba el pueblo de Dios. Había un ejército tan vasto que el criado de Eliseo miró por encima del muro de la ciudad y preguntó: “¿Qué vamos a hacer? ¡Son más hombres y más poderosos que nosotros!” (Ver 2 Reyes 6:15).
“Oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea” (2 Reyes 6:17). En otras palabras: “Oh, Dios, ¿le devolverías la visión a tu pueblo para que entienda, una vez más, que no es por fuerza ni por ejército sino por tu Espíritu?”
“Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente” (2 Reyes 6:17-18). En otras palabras: “¡Confunde al enemigo! Quítales su visión, su unidad, su fuerza. No les dejes cumplir su propósito”.
Nosotros también podemos orar así en nuestra generación. “Señor, no permitas que los enemigos de la justicia avancen más. ¡Que su agenda se aleje de ellos!”
“Y los hirió con ceguera [espiritual], conforme a la petición de Eliseo. Después les dijo Eliseo: No es este el camino, ni es esta la ciudad; seguidme, y yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los guió a Samaria. Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los ojos de éstos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos, y miraron, y se hallaban en medio de Samaria” (2 Reyes 6:18-20).
El pueblo de Dios no sólo se vio afectado por la oración, sino que el enemigo tuvo un encuentro con el poder de Dios: Un momento de conciencia. Esto es por lo que debemos orar en nuestra generación, un despertar espiritual, una concientización repentina del pecado que puede entrar en el corazón de cualquier sociedad, de cualquier lugar, de cualquier persona.
Carter Conlon