“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5).
“Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16).
Estas exhortaciones del apóstol Pablo le están diciendo al pueblo de Dios: “Dejen que la mente que está en Cristo, el pensamiento mismo de Jesús, sea su pensamiento también. Su mentalidad es la que todos debemos buscar”.
¿Qué significa tener la mente de Cristo? En pocas palabras, significa pensar y actuar como lo hizo Jesús, tomando decisiones como las de Cristo para determinar cómo debemos vivir. Cada vez que miramos en el espejo de la Palabra de Dios, debemos preguntarnos: “¿Reflejo la naturaleza de Cristo? ¿Estoy cambiando de imagen en imagen, conforme a la semejanza de Jesús debido a cada experiencia que Dios trae a mi vida?”
Según Pablo, “[Cristo] se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). Jesús hizo un pacto con el Padre para entregar su gloria celestial y venir a la tierra como un hombre. Para Cristo, esto significaba decir: “Voy a hacer tu voluntad, Padre”. De hecho, Jesús determinó con anticipación: “Estoy rindiendo mi voluntad para hacer la tuya, Padre. Todo lo que digo y hago tiene que venir de ti y yo seré totalmente dependiente de ti”.
A su vez, el acuerdo del pacto del Padre con el Hijo fue revelarle su voluntad. Dios estaba diciendo, en esencia, “Siempre sabrás lo que estoy haciendo y cómo lo estoy haciendo. Tendrás mi mente”.
Muchas personas hoy en día que dicen ser seguidores de Jesús nunca han tomado la decisión de vivir como lo hizo el Señor. En lugar de ello, viven cómodamente con su carne: sus malos temperamentos, sus defectos de carácter, sus pecados profundos. Y nunca han querido cambiar, explicando: “Esa es mi naturaleza; así es como soy”.
Pero cuando Pablo declara osadamente: “Tengo la mente de Cristo”, él está declarando: “Como Jesús, yo he asumido el papel de un siervo”. Y Pablo afirma que lo mismo es válido para todos los creyentes: “Todos podemos tener la mente de Cristo” (ver 1 Corintios 2:16).
DAVID WILKERSON