¿Sientes como si hubiera pasado mucho tiempo desde que oiste del Señor? ¿Pareciera como si él estuviera en silencio mientras que el cumplimiento de las promesas que una vez te dio, no está a la vista? Tal vez comenzaste lleno de fe, creyendo en Dios cuando él te dijo: “Te voy a librar. Voy a usar tu vida para mi gloria”. Cuando él pronunció estas promesas por primera vez, fueron el gozo de tu corazón y la fortaleza de tus días. Pero ahora, en medio del silencio de Dios, te preguntas qué le sucedió a esa palabra que te dio.
Ten la seguridad de que todos tenemos temporadas así en nuestro caminar con el Señor. Incluso uno de los salmistas dijo: “Una vez he jurado por mi santidad,y no mentiré a David. Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mí. Como la luna será firme para siempre,y como un testigo fiel en el cielo” (Salmos 89:35-37).
Él estaba relatando palabras de la misma boca de Dios, una promesa increíble que le fue dada al Rey David con respecto al establecimiento de su trono y el reinado duradero que vendría. Sin embargo, el salmista luego se lamentó: “Mas tú desechaste y menospreciaste a tu ungido, y te has airado con él. Rompiste el pacto de tu siervo; has profanado su corona hasta la tierra” (89:38-39).
En aquel día, mientras el salmista observaba el estado de su nación, todo lo que podía ver era la desaparición de Israel, entonces, ¿qué pasó con la promesa que Dios le había dado a David? Quizas te sientas igual en ocasiones. ¿Por qué todo parece desmoronarse? ¿Ha apartado Dios su mano?
Nosotros, los humanos, tenemos la tendencia de ver sólo con nuestros ojos naturales. A menudo, sin embargo, percibimos nuestra situación incorrectamente. En esas temporadas, debemos aprender a mantenernos firmes. Las cosas que Dios te ha dicho sucederán, pero en su horario, no en el tuyo. Hoy, di con el salmista David: “Mas yo en ti confío, oh Jehová; digo: Tú eres mi Dios; en tu mano están mis tiempos” (Salmos 31:14-15).
Carter Conlon