Esperar pacientemente la respuesta de Dios a nuestra oración no siempre es algo que nos gusta hacer. Muchos creyentes, especialmente los cristianos estadounidenses, quieren respuestas instantáneas. Nuestra carne, como la cultura que nos rodea, quiere una gratificación instantánea. Sin embargo, Dios a menudo obra en nuestras vidas a través del proceso de demora.
El Señor siempre está interesado en hacernos madurar en nuestra fe, trayendo cosas a nuestras vida que nos preparan para ser más como Jesús. Entonces, si una respuesta a la oración es inmediata, es para nuestro beneficio. De la misma manera, debemos entender que Dios a menudo demora la respuesta a nuestras oraciones para beneficiarnos espiritual y físicamente; y para una mayor gloria del Señor.
Un padre trajo a su hijo poseído a Jesús para ser sanado después de que los discípulos fracasaran en sus intentos de echar fuera al espíritu. “Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo... dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron” (Marcos 9:17-18). La multitud estaba descontenta y cuestionaba a los discípulos sobre su falta de poder para sanar al niño. Los discípulos estaban confundidos respecto a por qué Dios no respondió su oración y sanó al niño. Y, finalmente, el padre del niño estaba agotado y desesperado por encontrar ayuda para su amado hijo.
La demora de Dios en responder a la oración afectó a todos en este relato. Necesitamos entender que cuando Dios se demora en contestar la oración, podemos estar seguros de que está obrando en los corazones de todas las personas afectadas por la situación. Tal vez los discípulos se jactaban de poder liberar a este niño, no por su fe sino por su presunción de que podían hacer lo que Jesús podía hacer. Y Jesús respondió a la oración del padre que creía, aunque en pequeña medida, que podía Él podía hacer lo que nadie más había podido hacer: liberar a su hijo.
La Biblia nos dice que “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). A veces, eso implica simplemente yacer sobre tu espalda, levantar una mano y orar: “Jesús, Hijo de Dios, esto es todo lo que tengo”. Y Jesús responde: “¡Eso es todo lo que necesito!”
Carter Conlon