“Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano”, Mateo 18:15.
Es imposible que en tu vida adulta no pases por descuidos y recibas ofensas. Ninguna persona normal disfruta de enfrascarse en un conflicto, y todas las personas normales desean evitarlo. Y muchos de nosotros hacemos nuestro mejor esfuerzo por hacerlo. Pero los cristianos maduros, en particular, no tienen mas que la opción bíblica de vivir con honestidad y sinceridad en el mundo.
Aquellos de nosotros que no disfrutamos del conflicto encontraremos una serie de racionalizaciones para evitar la difícil conversación que sabemos en el fondo que deberíamos tener. “Tal vez lo empeoraremos —pensamos—. Podríamos herir los sentimientos de alguien. Podría ‘cambiar la relación’, por así decirlo”. O simplemente no queremos que alguien se enoje con nosotros.
Creemos que el problema podría simplemente “desaparecer” por sí solo. Y a veces puede pasar. Siempre debemos hacer todo lo posible por pensar con amor hacia nuestros hermanos, pasar por alto las ofensas, y perdonar en nuestros corazones cuando alguien nos ha maltratado o herido nuestros sentimientos sin querer. Pero si la ofensa no es menor, si realmente nos han perjudicado (o a alguien más), o si la situación es parte de un patrón de conducta, debemos tomar en serio el mandato de Cristo en Mateo 18. Decir “Él es el que me hizo daño, debería tomar la iniciativa él” tiene cierto sentido, y sin embargo, Cristo pone la carga sobre el ofendido. El ofendido debe llevar el asunto de manera personal y privada al ofensor.
Pero si el mandato de Jesús no parece aplicarse a tu situación, o si te preguntas por qué Jesús habló de la reconciliación así, aquí hay algunas razones por las que deberías considerar tener esa conversación difícil que estás evitando, a pesar de todas las formas en que podrías hacerlo mal:
1. Las malas reacciones en realidad no son tu culpa
No eres responsable por el pecado de otra persona. Actuar es tu responsabilidad.
Una de las razones por las que evitamos conversaciones incómodas es porque tememos la reacción de alguien. Pueden ponerse a la defensiva. Pueden enojarse. Pueden responder con una especie de retribución. Pero asumiendo que tratas el tema de una manera humilde, sensible, y amorosa, la respuesta pecaminosa de alguien más no es tu culpa. No eres responsable por el pecado de otra persona. Lo que esa persona hace con el tema en cuestión es responsabilidad de ella. Actuar es tu responsabilidad.
2. Evitarlo es tenerle temor al hombre y una falta de confianza en Dios
Evitar la conversación que debes tener es con frecuencia una forma de comunicarle a Dios de que la paz incómoda es nuestra paz, y no Cristo mismo.
Cuando evitamos los conflictos que son necesarios, especialmente en áreas del liderazgo cristiano o en la matriz relacional de la iglesia, esencialmente estamos diciendo con (in)acciones que a Dios no se le puede confiar la situación. La verdad queda presa del miedo. Si esta es una lucha recurrente para ti, te recomiendo el libro de Ed Welch Cuando la gente es grande y Dios es pequeño. Fue una gran ayuda para mí, y sospecho que muchos que evitan conflictos en el ministerio recibirían la misma ayuda que yo. En cualquier caso, evitar la conversación que debes tener es con frecuencia una forma de comunicarle a Dios (y muchas veces a los demás) de que la paz incómoda es nuestra paz, y no Cristo mismo. Puedes confiarle a Él tu verdad.
3. Es una manera de ayudar al prójimo
Tal vez la persona reaccione mal. Pero a menudo este miedo se exagera. Descubrí que muchas veces la mala respuesta que temía era mi propia proyección, a la cual le faltaba amor. Sin embargo, ya sea que la persona con la que estás tomando la ofensiva responda mal o no, al llamarle la atención al tema en cuestión (especialmente si es un patrón de conducta que se repite, o si es un factor que contribuye a tener una cultura de ofensa, o un liderazgo inútil) es una forma de amar a la siguiente persona que pueda verse perjudicada por la actitud o las acciones de la otra persona. De esta manera, es posible que sientas que te estás sacrificando, pero a la larga podrías salvar a alguien más de ser herida, o de que se hieran sus sentimientos.
Muchas veces, cuando nos enfrentamos con amor a alguien por su ofensa, no tienen idea de que te lastimaron. “No fue mi intención”, dirán. Si es un cristiano maduro, te escuchará con atención. Tal vez ganes a tu hermano. He compartido con personas algunas preocupaciones que pensé que serían para su beneficio (no para expresarles una queja o encontrar en ellos alguna falla), y me agradecieron de ponerles al tanto de algo que no sabían que estaba afectando a los demás negativamente. Con esa información, resolvieron estar más atentos con respecto a cómo trataban a los demás.
Sin embargo, incluso si responden con enojo, el Señor nos da los próximos pasos en Mateo 18. Si es una relación inter-eclesial, podría ser una cuestión de traer testigos externos de acuerdo con las instrucciones de Cristo. En cualquier caso, habrás seguido el camino bíblico y estás amando a tu prójimo al hacerlo, tanto al prójimo que te ofendió como a los prójimos a tu alrededor.