Cuando Dios llamó a Moisés desde la zarza ardiente, le ordenó: “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5). Tierra santa no es un lugar físico, sino espiritual. Cuando Dios le ordenó a Moisés que se quitara los zapatos porque estaba en tierra santa, no se refería a una parcela de bienes raíces de dos por cuatro. Estaba hablando de un estado espiritual.
¡El lugar era santo! ¿Que lugar? La condición espiritual a la que Moisés finalmente había llegado. Su crecimiento espiritual lo había llevado a un lugar donde Dios podía alcanzarlo: receptivo, abierto a escuchar, maduro y listo para ser tratado por un Dios santo. Tierra santa es un lugar sin reputación y, como sabemos, el Señor mismo estuvo en este mismo lugar: “Se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo” (Filipenses 2:7, NVI).
Hubo un tiempo en que Moisés era tenido en alta estima, respetado en los altos lugares del gobierno, prestigioso y privilegiado. Pero Dios no pudo usarlo hasta que él deshiciera toda esa popularidad y estima y lo llevara a un lugar sin influencia. Moisés llegó a ese lugar donde estaba quebrantado y realmente ya no le importaba su trabajo o su reputación. Él fue despojado de todos sus derechos, porque eso es lo que significaba quitarse los zapatos. Y es entonces cuando se reveló el gran “YO SOY”. Gracias a Dios por ese momento de limpieza en el que por fe la vieja carne es eliminada y la mano del ministerio es purificada.
Llegar a tu tierra santa personal requerirá una completa honestidad ante Dios, y tal vez un poco de poda. Pero cuando llegues al lugar de renunciar a tu reputación, hallarás revelación. Elige buscar al Señor con todo tu corazón y di, juntamente con nuestros padres en la fe: “Llévate este mundo entero, pero dame a Jesús”.
DAVID WILKERSON