Dios no se burla de sus hijos cuando promete: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Y no está mintiendo cuando promete: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos… Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias” (Salmos 34:15, 17).
Cuando clamamos a Dios pidiendo misericordia y ayuda, todo el cielo se pone en movimiento en favor nuestro. Sería una vista increíble para nuestros ojos humanos si el Señor nos dejara ver el mundo espiritual; para contemplar las cosas buenas que él está preparando para aquellos que lo invocan y confían en él.
Sin embargo, cuando nos sentimos abrumados por circunstancias más allá de nuestro control, con demasiada frecuencia nos apartamos de nuestra verdadera Fuente de paz y victoria. Nos apresuramos a descargar nuestros corazones con amigos, pastores, consejeros y familiares, buscando consejos comprensivos en todas partes en lugar de huir al lugar secreto de la oración.
Debido a que no tenemos paciencia; debido a que vivimos y actuamos según nuestros sentimientos; debido a que nuestra carne no puede soportar demoras; debido a que no podemos ver evidencia visible de las obras secretas de Dios, hacemos como los israelitas y nos alejamos de Él para hacer que las cosas sucedan para agradar nuestra carne.
¡Oh, la gracia incomparable de Dios! Elegir al más indigno, el más débil de todos, para ser su instrumento. Las promesas de Dios para nosotros son grandes y preciosas: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9).
Dios todavía está en el trono esperando que invoques su nombre, así que no ignores la majestad y la fidelidad del Padre amoroso. La Palabra nos dice dónde está la victoria, así que cree y echa mano de ella.
DAVID WILKERSON