“Al despertar aún estoy contigo”, Salmos 139:18b
¡Qué bello Salmo que trae tanto consuelo y descanso a nuestro corazón! El despertar, como dice este versículo, con una consciencia de Su presencia, Su gracia y deleite sobre nuestras vidas, hace que sin duda nuestro corazón responda como el de David: en asombro, agradecimiento, y adoración.
Saber que Dios conoce nuestra historia, nuestro pasado, presente, y futuro, nuestras luchas y alegrías, es un motivo de gozo pues confiamos en sus buenas intenciones.
Además, entender que Dios nos conoce mejor que nosotros mismos, tal como afirmó David, trae tranquilidad a nuestro corazón frente a la incertidumbre provocada por los retos diarios, los cambios de opinión, y de perspectiva.
Por último, saber que somos hechos por Dios y para Dios nos recuerda, al inicio del día, que no solo nuestra vida está segura en sus manos, sino también que Él tiene un propósito para sus planes maravillosos en este mundo. Esto no solo nos da confianza, sino también anticipación para ver lo que Él hará con nuestros dones para contribuir a su obra.
Sin embargo, algo sucede en este Salmo que también nos pasa a menudo en nuestro tiempo con Dios. De pronto, el Salmo toma otra dirección. David, inmediatamente después de expresar este bello versículo, empieza a hablar de todo lo que está mal en este mundo, y las injusticias que ve a su alrededor. En sus entrañas crecen sentimientos de enojo, y aún venganza, contra otros.
No sabemos la intención de David al hacer esto, pero sí sé que es de mucho ánimo para mí ver que él también lucha con pensamientos y sentimientos que asaltan la hermosura de aquel momento. Como él, muchas veces empezamos a considerar en nuestra mente y corazón todo lo que está mal en el mundo, lo que creemos que otros están haciendo mal, y lo que pensamos que Dios debe hacer al respecto.
Las buenas noticias para ti y para mí son que, gracias a la obra de Cristo en nuestro lugar y a nuestro favor, su Espíritu siempre está obrando en nosotros. Como una evidencia de su gracia, podemos reconocer como David lo que pasa en esos momentos y pedirle ambas cosas: que nos muestre cuando un sentido de justicia propia se apodera de nuestra mente y corazón, y que este ejercicio nos lleve a confiar más en Su provisión. “Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23-24).
Piensa en esto, y encuentra tu gozo y descanso en Él.