Desesperado pensando en encontrar una solución a ese problema que tanta paz te roba, sientes un presión en tu pecho, un sentimiento que te dice que algo no está bien, una incomodidad que hace que el sueño se pierda y que en tu mente solo gire la idea de encontrar una salida a ese problema que hoy se te presenta.
Oras esperando una respuesta rápida, le dices a Dios que solo por está vez su respuesta venga pronto y hasta en ocasiones tratas de hacerle creer que te mereces esa respuesta rápida porque has sido un excelente servidor e hijo de Él, sin embargo la respuesta no se ve.
Quieres llorar o estás llorando, ves cómo el panorama que hace poco estaba tranquilo ahora se han convertido en una tormenta que no cesa.
Te entiendo, yo he estado en ese punto, sé lo que se siente querer una pronta o instantánea respuesta, sé lo que se siente creer que te mereces esa respuesta y no recibirla, sé lo que se siente estar desesperado y no ver los resultados que quisieras ver, sé lo que es llorar delante de Dios esperando que Él se apiade de ti para responderte cuando tú quieres, pero de igual forma no ver una respuesta en el momento que quieres.
Cuando me he encontrado en ese punto de desesperación creyendo merecer una respuesta rápida de Dios me he encontrado con varias frases de parte del Señor: “¿Por qué a ti?, ¿Por qué he de responderte cuando tu quieras?, ¿Acaso no hay más personas con problemas similares o más difíciles que los tuyos?, ¿Por qué a ellos no les he de responder antes que a ti?”.
He allí en esos momentos, en donde quisiera que se me tomara en cuenta primero a mi en donde he descubierto que Dios tiene razón, que mi desesperación me ha llevado a ser egoísta, a pensar solo en mi, a tratar de hacer que Dios haga lo que yo quiero y no lo que Él tiene que hacer. Me he dado cuenta que mi desesperación no me ha llevado a pensar bien, no he pensado que si estoy bajo el control de Dios todo estará bien por muy mal que parezca.
En esos momentos en donde comprendo lo que Dios quiere decirme es cuando solo puedo decirle: “Dios tú tienes el control, tú sabes lo que tienes que hacer y en que momento lo harás, me someto a tu voluntad”. Y es en esos momentos cuando mi vida se humilla, en donde reconozco la soberanía de Dios y su poder, en donde Dios me inunda de paz, esa paz espiritual que me hace sentir que todo estará bien, esa paz que me hace creer que Dios actuará y que la forma en la que Él actuará será la perfecta, mejor de lo que yo pudiera imaginar.
Hoy quiero invitarte en medio de la desesperación que puedas estar pasando a causa del enorme problema que puedas estar enfrentando a que puedas confiar en Dios, a que puedas descansar en Él porque al fin y al cabo si Dios es tu Señor todo estará bien aunque las cosas parezcan mal, al final Dios hará que vuelvas a sonreír.
No reniegues, no te quejes, no reclames, simplemente Dios hará lo que ha pensado hacer en tu vida. A veces tu silencio en ese proceso es la mejor acción que puedas realizar para ver cumplida la voluntad de Dios y recuerda que su voluntad siempre es perfecta, nunca falla, siempre es la mejor opción.
¿Sabes?, si tu eres hijo de Dios al final todo estará bien por muy mal que parezca, porque Dios ha prometido estar contigo cada día de tu vida, y Él ha cumplido terminar la obra que comenzó en ti, por eso y más debemos confiar y descansar en que TODO ESTARÁ BIEN.
¡Confía y descansa en Dios!
“¡Pero no hay razón
para que me inquiete!
¡No hay razón
para que me preocupe!
¡Pondré mi confianza
en Dios mi salvador!
¡Sólo a él alabaré!”
Salmos 42:5 (Traducción en lenguaje actual)
Enrique Monterroza