“Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
A menudo oímos enseñanzas sobre cómo debemos acercarnos a Dios en fe, pero hay cosas que uno no debe hacer cuando viene a él en oración. Por ejemplo, no vengas a Dios esperando que haga algo bueno a menos que vengas con la fe en sus promesas, que un niño tiene. La Palabra de Dios es clara: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (Santiago 1:6).
¡Amado, es imposible para ti agradar a Dios sin fe! Abraham fue un hombre que desarrolló una fe que no se tambaleaba ante lo que Dios le prometió: “Y no se debilitó en la fe… Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido” (Romanos 4:19-21).
No vengas a Dios con ningún “si es que”. Cualquier promesa de Dios es una revelación de su voluntad. Tomemos, por ejemplo, la promesa de Dios de “guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría” (Judas 24). No le preguntarías a Dios si es su voluntad evitar que caigas cuando él ya ha prometido hacerlo. De hecho, Dios nos da preciosas y grandísimas promesas para que aprendamos a confiar en él con confianza: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para… hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16)
No vengas a Dios hasta que estés listo para creer exactamente lo que pides. “todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Marcos 11:24). Si le pides pan a Dios, él no lo sustituirá por una piedra. Si le pides un pescado, él no te sorprenderá con una serpiente (ver Mateo 7:9-10).
Cree en Dios por tu condición física, tu situación financiera, tu familia, tu crecimiento espiritual. Aprópiate de sus promesas: ¡son todas tuyas! ¡Amén!
DAVID WILKERSON