hombre: “Porque habrá
entonces gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo
hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueran acortados [para que no
sigan su curso], nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos [por el bien
del pueblo escogido de Dios, sus seguidores arrepentidos] aquellos días serán
acortados” (v.v. 21-22).
Así como Dios
prometió a Noé después del diluvio que nunca más permitiría la destrucción
total de la humanidad, ¡él intervendrá para salvarnos de nosotros mismos!
Esta intervención también
fue predicha en Daniel 2:34-44 mediante la visión de
la destrucción de una estatua que representa una sucesión de grandes imperios
dominantes a lo largo de la historia. Al final, la estatua de repente es
aplastada y convertida en polvo después de haber sido golpeada por una piedra
cortada “no con manos”. Esta piedra se convierte en un gran monte que llena
toda la Tierra y reemplaza a los gobiernos de este mundo. Este no es un reino
dirigido por el hombre, sino el Reino
de Dios.
Las comparaciones
bíblicas de los gobiernos nacionales con las montañas son numerosas, pero hay
dos que muestran una naturaleza y prioridades diferentes del futuro gobierno
mundial y que están bellamente descritas en Isaías:
“Acontecerá en lo
postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno
como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él
todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al
monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y
caminaremos por sus sendas.
“Porque de Sion
saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y juzgará entre las
naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de
arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación,ni
se adiestrarán más para la guerra ” (Isaias 2:2-4).
La segunda profecía,
que se encuentra en Isaias 25:7-9, se suma a la maravillosa esperanza
que se presenta en la primera: “Y [el Mesías ya vuelto, Jesucristo] destruirá
en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo
que envuelve a todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre; y enjugará
el Eterno el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de
su pueblo de toda la tierra; porque el Eterno lo ha dicho. Y se dirá en aquel
día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es
el Eterno a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en
su salvación”.
Las naciones ya no se
aprovecharán de otras naciones, de su gente y sus recursos, como lo han hecho
los imperios de este mundo durante milenios. Más bien, todo cambiará.
Y este cambio no se
logrará solo a través del ingenio y el esfuerzo humano. Para que se produzca un
cambio genuino y duradero, se necesitará ayuda externa. Todas estas realidades
requerirán el regreso de Jesucristo como la piedra “cortada no con manos” para
luego convertirse en la gran montaña que llena la Tierra y reemplaza a los
gobiernos de este mundo.
No obstante, la gente
tendrá un papel que desempeñar. Todos deben experimentar un cambio de corazón
para comenzar a tomar las decisiones correctas, como sucederá cuando Dios
empiece a enseñar al mundo sus caminos y a derramar su Espíritu sobre toda la
humanidad. Y este día maravilloso sí vendrá , como lo
predijeron Isaías y otros profetas.
“Ciertamente vengo en breve”
Sin embargo, no
necesitamos esperar que ocurra un cataclismo mundial y que los males del mundo
sean corregidos al retorno de Cristo para darle un vuelco a nuestras vidas.
Podemos escuchar las advertencias de las Escrituras, arrepentirnos de nuestros
pecados y poner nuestra confianza en Dios hoy
mismo ,
buscando su misericordia e intervención en nuestras vidas ahora .
En su profecía del
monte de los Olivos, Jesús mostró cuáles son los pasos que deben tomar
personalmente aquellos que se salvarán de las consecuencias de lo que sucederá
en los tiempos peligrosos antes de su regreso, tal como sucedió en el mundo de
Noé antes del diluvio:
“Mirad también por
vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y
embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros
aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz
de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que
seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de
estar de pie delante del Hijo del Hombre (Lucas 21:34-36).
Al mismo tiempo que
nos da una lista aleccionadora y detallada de los acontecimientos que se
avecinan, Jesús también nos da consejos que debemos tener en cuenta: Manténganse
alerta. No vivan negando la realidad y entorpeciendo sus sentidos con los
afanes de esta vida. No se dejen sorprender .
De la misma manera,
Cristo nos explicó en Mateo 5 cómo debemos
vivir nuestras vidas en un mundo convulsionado: exhibiendo cualidades de
mansedumbre, misericordia, pureza de corazón y convirtiéndonos en
pacificadores. Debemos ser hallados “haciendo así”, como dice claramente Mateo 24:45-46: “¿Quién es, pues, el siervo fiel y
prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a
tiempo? [Quiere decir que debemos estar ayudando y sirviendo a otros como parte
de la familia de Dios] Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor
venga, le halle haciendo así”.
Es indudable que
vivimos en uno de los tiempos más interesantes de la historia. Y aunque son
peligrosos, son emocionantes por lo que pronto tendrá lugar. La Biblia nos
cuenta la historia de la humanidad desde mucho antes de la creación (Efesios 1:4), y nos indica lo que
nos espera en el futuro. Los últimos versículos de la Biblia nos infunden gran
esperanza: “Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).
Él viene pronto.
¿Está usted listo