El Antiguo Testamento nos habla de Jacob, un hombre engañador, conspirador y tramposo, ¡a quien Dios amaba mucho! Su vida está llena de maravillosas lecciones para nosotros sobre los tratos de Dios con la naturaleza humana.
Vamos a retomar la historia de Jacob justo cuando está huyendo de su hermano mellizo mayor, Esaú. Jacob había engañado a Esaú quedándose con su primogenitura y obtuvo la "doble bendición" de su padre Isaac que estaba destinada al primogénito. Esta bendición incluía todas las posesiones del padre pero, lo más importante, significaba que Jacob era el progenitor de la simiente patriarcal a través de la cual Cristo vendría: “Todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente” (Génesis 28:14) Él fue un antepasado directo del Mesías.
Obviamente, este derecho de nacimiento en particular tenía un gran significado espiritual y su importancia expone lo horrible que hizo Esaú al renunciar a su primogenitura por una simple plato de lentejas. Cuando Esaú se enteró de que Jacob había robado su bendición, estaba decidido a matar a su hermano (ver Génesis 27:36, 41).
Fue en este contexto que Jacob partió y mientras estaba en camino, Dios le dio una visión increíble de una escalera con ángeles que iban hacia y desde el trono de Dios, haciendo su voluntad (ver 28:12). Estos mismos ángeles todavía están trabajando y ministrando en nuestro favor hoy. Después de que Dios bendijera a Jacob (versículo 14), él añadió estas maravillosas promesas: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (28:15).
Dios le estaba haciendo un juramento a Jacob, diciendo: “Nunca te dejaré, Jacob. Estaré contigo en cada paso del camino. ¡Mi propósito se cumplirá en tu vida sin importar qué!” Es difícil encontrar algo de fe, bondad o gracia en Jacob y, sin embargo, Dios vio algo en su corazón que hizo brotar su gran amor y un deseo de bendecirlo. Dios vio más allá de su avaricia y manipulación y sabía que algo en el corazón de Jacob estaba dispuesto a ser cambiado.
Sabemos que los humanos consideran la apariencia externa, pero Dios siempre mira el corazón. Y eso es exactamente lo que Dios está buscando en nosotros: un corazón contrito y quebrantado en el que pueda trabajar.
DAVID WILKERSON