Los escritos del apóstol Pablo muestran claramente que su deseo preeminente en la vida era conocer a Jesús. Quería rendirse por completo al Cristo vivo, el cual, ahora sabía que había establecido su morada dentro de su cuerpo terrenal. Él escribió: “En él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28).
Pablo era consciente de algo que necesitamos redescubrir hoy: no estamos llamados a simplemente llevar el conocimiento de Dios a nuestra generación; estamos llamados a ser una expresión visible de quién es Dios al permitirle demostrar su poder, sabiduría, gracia y amor a través de nosotros.
Pablo también hizo una declaración que debería alentarnos cada vez que nos sintamos mediocres en comparación con aquellos de los que leemos en la Biblia: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto” (Filipenses 3:12). Básicamente estaba diciendo: “No soy todo lo que debería ser”. Pablo no lo era, ¡y nosotros tampoco! Pero continuó con algo muy alentador, “sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús… olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (3:12-14).
En otras palabras, “Dios tiene un plan para mi vida; y estoy avanzando para cumplir lo que Cristo ha decidido hacer a través de mí”. Una de las cosas más difíciles de dejar es nuestro arrepentimiento. Tendemos a llevarlo con nosotros a través de la vida, esos pensamientos constantes de: “Si tan sólo hubiera hecho esto; si tan sólo hubiera sido esto; si no hubiera sido tan egoísta”. Y la lista sigue y sigue.
Pablo tenía muchas razones para vivir en lamento. Por ejemplo, dice: “Yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (1 Corintios 15:9). Y en Hechos 26:10-11 enumera aún más sus ofensas. ¡Pero tomó la decisión intencional de olvidar aquellas cosas que estaban detrás de él y seguir adelante con Jesús! Del mismo modo, tú puedes elegir dejar todas sus fallas pasadas en la cruz y alejarte de tus lamentos. Él murió para darte una nueva mente y un nuevo corazón: ¡Recíbelo por fe!
pr. Carter Conlon