El propósito de la predicación es dar una clara exposición de la Palabra de Dios a los oyentes. Pablo exhortó a Timoteo: “Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo” (2 Ti. 4:2). Como pastores, nuestra labor es alimentar a la grey de Dios (1 P. 5:2) mediante una dieta rica en teología práctica y correcta.
Sin embargo, muchas iglesias establecen una brecha entre el Antiguo Testamento (AT) y el Nuevo Testamento (NT) al momento de enseñar. Esta clase de predicación tiende a enfocarse exclusivamente en el NT, y cuando se predica algún texto del Antiguo suele ser para exponer meros principios morales. Esto nace de una falta de entendimiento del propósito del AT y su relación directa con Cristo.
Otro de los errores más comunes al predicar el AT es que hemos hecho de sus “héroes” imágenes de imitación moral. Olvidamos y omitimos que estos hombres tuvieron serios episodios de pecado que marcaron sus vidas.
Por eso importa ver el protagonismo de Cristo y su papel en la creación (Col. 1:16), en el animal que murió en lugar de Adán y Eva (Gn. 3:21), en el Arca de Noé (Gn. 7), en el Cordero Pascual (Éx. 12), en el pacto con David (2 S. 7), en los Salmos, en las profecías, etc. ¡Vemos a Cristo en el Antiguo Testamento! Y, por lo tanto, necesitamos predicarlo.
La predicación clara del AT es vital para una teología ortodoxa. El camino hacia ella inicia al conectar la teología de ambos testamentos. En su libro Preaching and Teaching from the Old Testament (Predicando y enseñando desde el Antiguo Testamento), Walter Kaiser explica:
“Si uno concluye, como algunos lo han hecho, que la fe de Abraham en Dios en Génesis 15:6 significa que meramente se convirtió en teísta, en el sentido de que creyó que hay un Dios, los resultados de dicha interpretación comenzarán a reflejarse en la cristología. Esta falsa conclusión ha llevado a muchos a pensar que no es necesario creer en Cristo para ser salvos”.[1]
Si nuestra predicación del AT no apunta claramente hacia Cristo, entonces enseña una doctrina de la salvación diferente a la que Pablo presentó en sus cartas. También sería una doctrina distinta a la que Cristo predicó en su ministerio en la tierra.
A continuación, comparto dos ejemplos de cómo nuestra predicación del AT debe exaltar a la Trinidad, revelar el plan eterno de redención, y apuntar a Cristo.
Predica al Mesías como el Mesías lo hizo
Una de las frases más frecuentes de Jesús era: “¿No han leído en las Escrituras?” (Mt. 19:4; 21:16, 42; 22:31; Mr. 12:10; Lc. 6:3). Él exaltó el AT como Escritura divina que apunta hacia Él mismo. Por tanto, prediquemos el AT como Jesús lo hizo: presentando la necesidad y la promesa de redención, y la evidencia de que Él es el Mesías prometido.
Por ejemplo, los fariseos pensaban que la salvación se obtendría a través de obras, pero Cristo les recordó en Juan 5:39: “Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí”. Luego, después de su resurrección, Jesús se manifestó a dos discípulos que iban camino a Emaús y les reveló su identidad desde los escritos del AT (Lc. 24:27). En ambas ocasiones, Cristo enseñó que las Escrituras revelan el plan de redención que Él vino a cumplir.
Cristo enseñó que las Escrituras revelan el plan de redención que Él vino a cumplir.
Al leer el NT encontramos que los escritores bíblicos también vieron que el AT señala al Mesías. Los Evangelios de Mateo y Marcos comienzan con profecías de la Escritura que ratifican a Jesús como el Cristo. Lucas inicia con la proclamación de Zacarías, padre de Juan el Bautista, sobre el salvador prometido por medio de los profetas (Lc. 1:69, 70). Juan comienza su Evangelio por medio de una conexión obvia con Génesis, al usar la frase “En el principio” (Jn 1:1).
Por tanto, cuando predicamos desde el AT debemos enfatizar que Cristo no fue un “plan B” después de la caída del hombre. El AT no es obsoleto para la iglesia hoy. Tenemos que enseñar las figuras de Cristo en las narrativas bíblicas.
Asimismo, necesitamos exaltar el plan de redención a través de los recuentos del AT. Deseamos exaltar a Dios y su gracia, y no a los personajes humanos. El héroe de la historia no es ninguno de ellos, sino que el plan de redención siempre es desplegado de manera que el héroe de cada historia es Dios, no el hombre.
Predica como los Padres de la Iglesia lo hicieron
La forma en que Cristo predicó no es un patrón que quedó relegado a la etapa de su vida en la tierra. En cambio, la predicación centrada en Él fue una práctica de la iglesia del primer siglo.
Por ejemplo, Lucas registró que el Espíritu Santo envió a Felipe a conversar con un alto oficial del gobierno etíope (Hch. 8:26-27). Cuando Felipe llegó a él, encontró al hombre leyendo al profeta Isaías. Entonces, “comenzando con este pasaje de la Escritura, le anunció el evangelio de Jesús” (Hch. 8:35). En otras palabras, las profecías de Isaías y otros textos del AT fueron el medio por el cual el evangelio de Jesús fue presentado.
Pablo le recordó a Timoteo: “desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Ti. 3:15). Aquí el apóstol habla del Antiguo Testamento y afirma que la Escritura tiene el poder divino de dar la revelación de salvación mediante la obra del Espíritu Santo.
Años más tarde, el apologista Justino Mártir (100-165 d. C.) también usó el AT para defender la fe de herejías peligrosas. Sidney Greidanus explica que “Justino Mártir es generalmente destinado como el padre de la iglesia que continuó el ‘método tipológico-cristológico de los apóstoles’. La principal meta de Justino en interpretar el Antiguo Testamento era mostrar que en efecto da testimonio de Cristo Jesús”.[2]
Greidanus también afirma que Ireneo (130-200 d. C.) dio este mismo uso al AT: “Un breve estudio de la vida de Ireneo demuestra su valioso entendimiento: que el Antiguo y el Nuevo Testamento son una sola unidad; Cristo es el corazón de la Escritura; la Escritura es consistente consigo misma”.[3]
La iglesia temprana entendió que Dios revela en el Antiguo Testamento su plan salvador y señala al Cordero que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29). Así que, cuando prediques del AT, hazlo como los Padres de la Iglesia. No moralices la Escritura. Muestra a Cristo en toda la Biblia. Muestra la unidad de la Palabra. Mantén en tu mente la narrativa bíblica.
Conclusión
En tu predicación tendrás que explicar una y otra vez el porqué de todo: la causa del mal, y la promesa de redención. En medio de eso, tu predicación debe cuidarse de no hacer alegorías de Cristo en cada historia. Cristo no está en cada imagen de la narrativa bíblica, pero en cada narrativa hay una conexión que nos lleva al plan de redención de Dios.
Pablo, Felipe, los padres de la iglesia, y el mismo Jesús simplemente expusieron la unidad entre ambos testamentos. Haz lo mismo. Muestra la belleza de Cristo en la Biblia.
La apologética, los títulos teológicos, y los avances profesionales no se comparan con el poder de la presentación clara de Cristo por medio de las Escrituras. Predica el Antiguo Testamento desde una perspectiva centrada en Jesús, y verás que el poder de la Palabra de Dios hará en tu congregación lo que tú jamás podrías haber hecho.
[1] Walter Kaiser, Preaching and Teaching from the Old Testament, (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2003), Edición Kindle.
[2] Sidney Greidanus, Preaching Christ From the Old Testament, (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Company, 1999).
[3] Ibíd.