Uno de los hechos más básicos que todos los cristianos deberían entender acerca del canon del Nuevo Testamento, es que el canon está íntimamente relacionado con las actividades de los apóstoles.
Jesús había comisionado a sus apóstoles “para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar, y para que tuvieran autoridad” (Mr. 3:14-15). Cuando Jesús envió a los doce, les recordó: “Porque no son ustedes los que hablan, sino el Espíritu de su Padre que habla en ustedes” (Mt. 10:20). Así que Jesús está capacitado para darles una advertencia a aquellos que rechazan la autoridad de los apóstoles: “Cualquiera que no los reciba ni oiga sus palabras…en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y Gomorra que para esa ciudad” (Mt. 10:14-15).
Si la iglesia primitiva quería conocer el verdadero mensaje cristiano, debían mirar atrás hacia la enseñanza de los apóstoles.
En resumen, los apóstoles tenían la autoridad de Cristo mismo. Eran sus portavoces. Como tales, sus enseñanzas, junto con las de los profetas, fueron el fundamento mismo de la iglesia. Pablo describe la iglesia como “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (Ef. 2:20). Si la iglesia quería conocer el verdadero mensaje cristiano, ellos tenían que mirar siempre hacia atrás: a la enseñanza de los apóstoles.
Sin embargo, los apóstoles no solo enseñaron oralmente acerca de Jesús. En algún momento (uno muy temprano) el mensaje apostólico fue escrito. En la mayoría de los casos fue escrito por los mismos apóstoles. En otras ocasiones fue escrito por compañeros de los apóstoles que estaban registrando su mensaje. Sea como fuese, el mensaje apostólico autoritativo acabó convirtiéndose en libros.
Por razones obvias, la iglesia valoraría más los libros apostólicos que otro tipo de libros. Y eso es exactamente lo que sucedió. Los libros que la iglesia consideró como apostólicos fueron los que se leían, copiaban, y utilizaban con mayor frecuencia en el culto cristiano primitivo. Estos son los libros que acabaron convirtiéndose en el canon del Nuevo Testamento. El canon es un subproducto del ministerio de los apóstoles.
De hecho, la evidente dependencia de la iglesia en los escritos apostólicos es precisamente el motivo por el que vemos una proliferación de libros “apócrifos” en el siglo II (y posteriores) que fueron nombrados como los apóstoles. Tenemos el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Pedro, los Hechos de Juan, ¡e incluso el Evangelio de los Doce! Estos escritos apócrifos, más que levantar sospechas sobre la naturaleza apostólica del Nuevo Testamento, nos sirven para confirmar dicha naturaleza. Muestran lo mucho que la iglesia primitiva valoraba los libros apostólicos; tanto que los falsificadores trataban de imitar a los verdaderos para conseguir ser tenidos en cuenta. Para saber más sobre la fecha tardía de estos escritos apócrifos, lee el artículo anterior aquí.
El canon del Nuevo Testamento existe debido a una creencia cristiana antigua de que los apóstoles hablaban por Cristo.
Por supuesto, algunos eruditos modernos discuten la autoría apostólica de varios de los libros del Nuevo Testamento, afirmando que fueron escritos por autores más tardíos que solo se hacían pasar por los apóstoles. Sin embargo, estas afirmaciones no han sido probadas en forma alguna y muchos otros eruditos las disputan. Además, no olvidemos que la iglesia primitiva estaba en una mejor posición para afirmar la autoría y origen de estos libros de la que poseen los eruditos modernos, dos mil años después.
Al final, el canon del Nuevo Testamento existe debido a una creencia cristiana antigua de que los apóstoles hablaban por Cristo. Esa creencia llevó a los cristianos a valorar los libros apostólicos. Y esos libros apostólicos acabaron formando el Nuevo Testamento que conocemos hoy.
Publicado originalmente en el Blog de Michael J. Kruger. Traducido por Manuel Bento Falcón.