A lo largo de las Escrituras, Dios nos da su gracia a través de revelaciones durante nuestras pruebas; revelaciones que nunca podríamos entender en los buenos tiempos. La bondad de Dios llega a su pueblo en tiempos de problemas, calamidades, aislamiento y dificultades. Por ejemplo, el discípulo Juan estuvo “en el seno de Jesús” durante tres años. Fue un tiempo de descanso absoluto, paz y gozo. Sin embargo, en todo ese tiempo, Juan recibió muy poca revelación. Él conocía a Jesús solo como el Hijo del Hombre. Entonces, ¿cuándo recibió Juan su revelación de Cristo en toda su gloria? Sucedió sólo después de que él fue arrastrado de Éfeso encadenado.
Juan fue exiliado a la isla de Patmos, donde fue sentenciado a trabajo forzoso. Aislado, sin compañerismo, familia o amigos para consolarlo, Juan soportó un tiempo de desesperación absoluta en el punto más bajo de su vida. Sin embargo, ahí fue cuando recibió la revelación de su Señor que se convertiría en el elemento final de las Escrituras: el libro de Apocalipsis. En medio de esa hora oscura, la luz del Espíritu Santo vino a él; y él vio a Jesús como nunca antes lo había visto.
Juan nunca había recibido esta revelación mientras estaba con los otros apóstoles o incluso durante los días de Jesús en la tierra. Sin embargo, ahora, Juan vio a Cristo en toda su gloria, el cual declaraba: “Yo soy… el que vivo, y estuve muerto, mas he aquí, que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17-18). Esta increíble revelación puso a Juan sobre su rostro, pero Jesús lo levantó y le mostró el juego de llaves que tenía en la mano mientras le aseguraba: “No temas” (1:17).
Esta revelación llega a cada siervo que ora, que está herido en su momento de necesidad. El Espíritu Santo dice: “Jesús tiene todas las llaves de la vida y la muerte. Satanás nunca podrá llevarte a ti ni a ningún miembro de tu familia. Sólo Cristo determina nuestro destino eterno. Entonces, si él gira una llave, hay una razón para ello y esa razón es conocida sólo por él, el Padre y el Espíritu Santo”.
Amado, pídele al Señor que te permita tener una vision de Jesús de pie delante de ti, asegurándote: “Ten paz. Tengo todas las llaves y traeré paz a tu corazón”.
David Wilkerson