Pablo nos dice que Dios nos adoptó simplemente porque nos ama: “Según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:5-6).
Tú podrás decir: “Yo sé que la Palabra de Dios dice que soy aceptado y sé que Jesús me dio acceso directo al trono de gracia. Pero me da mucha vergüenza acercarme. Todavía lucho con tentaciones poderosas y todavía peco en ocasiones. La única oración que puedo pronunciar es: Dios, ayúdame”.
Responde a esta simple pregunta: ¿Amas a Jesús? ¿Eres su hijo? ¿Es él tu sumo sacerdote que intercede por ti? Si es así, la Escritura dice que no importa lo que hayas hecho. Tienes derecho a entrar en su presencia, a obtener toda la misericordia y gracia que necesitas. De hecho, es justo en dichos momentos que él actúa como tu sumo sacerdote.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16).
Cristo nos dice: “Yo puedo discernir cada uno de tus pensamientos, buenos o malos. Veo cada ambición secreta, cada lujuria y obra oculta. Sin embargo, aún asi, te invito a que confiadamente vengas a mi trono. Anhelo darte toda la gracia y la misericordia que tan desesperadamente necesitas”.
Algunos cristianos piensan que sus oraciones no serán aceptadas porque han dejado de orar por demasiado tiempo. Durante meses, incluso años, el Espíritu de Dios los ha instado a acercarse, pero han acumulado un depósito de culpa que les ha hecho descuidar la oración.
“Descienden a los abismos… Entonces claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus aflicciones. Cambia la tempestad en sosiego… Luego se alegran” (Salmos 107:26-30).
Tú puedes confiar en que Dios te amará, te perdonará y te cuidará aunque tú lo hayas descuidado. Si tú puedes perdonar a un ser querido que te ha lastimado, ¡cuánto más nuestro amoroso Salvador te perdonará y bendecirá, su amado hijo!
DAVID WILKERSON