“Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios” (Hebreos 11:5). Enoc tuvo una comunión íntima con su Padre celestial y su vida es otro testimonio de lo que realmente significa caminar en fe. Su comunión con Dios fue tan íntima que el Señor lo trasladó a la gloria mucho antes de que su vida en la tierra pudiera haber acabado.
¿Por qué el Señor eligió trasponer a Enoc? Las palabras iniciales de este versículo nos dicen muy claramente que fue por su fe. Además, la frase final nos dice que la fe de Enoc agradó a Dios. Eso es algo a lo que todo creyente cristiano debería aspirar. La palabra griega para “complacido” usada aquí significa: “totalmente unido, completamente agradable, en total unidad. En resumen, Enoc tuvo la comunión más cercana posible con el Señor que cualquier ser humano podría disfrutar. Y esta comunión íntima con Dios fue agradable al Padre.
La Biblia nos dice que Enoc comenzó a caminar con el Señor después de engendrar a su hijo, Matusalén, que vivió hasta los 969 años. Quizás recuerdes a Matusalén como el hombre más viejo registrado en la Biblia (Génesis 5:27). Enoc tenía sesenta y cinco años en el momento del nacimiento de su hijo y luego pasó los siguientes 300 años en comunión con Dios. Hebreos deja en claro que Enoc estaba tan en contacto con el Padre, tan cerca de él en comunión en cada hora, que Dios eligió llevarlo a su hogar. En esencia, el Señor le estaba diciendo a Enoc: “No puedo llevarte más lejos en la carne. Para aumentar mi intimidad, debo llevarte a casa a mi lado”. ¡Así que llevó a Enoc a la gloria!
Hasta donde sabemos, Enoc nunca realizó un milagro, nunca desarrolló una teología profunda, nunca hizo grandes obras dignas de mención en las Escrituras. Sin embargo, leemos esta simple descripción de la vida de este hombre fiel: “Enoc caminó con Dios”.
¿Te imaginas que se diga esto de ti? ¿Anhela tu corazón un caminar más cercano con el Señor? ¿Hay una creciente insatisfacción en ti respecto a las cosas de este mundo?
La verdadera fe se encuentra en esperar en tu Salvador, ministrarle hasta que oigas y conozcas su corazón.
DAVID WILKERSON