Mucho se ha escrito sobre el matrimonio y cómo tratar con los desafíos que se le presentan. Aún así, la tasa de divorcios ha llegado a cifras alarmantes en nuestros días, y los matrimonios cristianos no son inmunes a esta amenaza.
Lamentablemente, muchos creyentes descuidan ciertos principios bíblicos para el matrimonio; un descuido que resulta en problemas conyugales. Por eso te comparto estas cuatro verdades que acostumbro analizar con los matrimonios que se acercan buscando consejería.
1) El matrimonio, una sola carne
“Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”, Génesis 2:24.
Dios afirma reiteradas veces que en el matrimonio, un hombre y una mujer, “serán una sola carne” (Gn. 2:24; Mc. 10:7-8; Ef. 5:31), concepto que otras versiones de la Biblia traducen como “se convierten en uno solo” (Mt. 19:5, NTV).
Si Dios repite en la Biblia que un matrimonio se convierte en “una sola carne”, es porque quiso dejar bien claro que también necesitamos cultivar una vida espiritual juntos. Esto debe llevarnos a considerar la importancia de orar juntos como matrimonio. Si hablar con Dios y estudiar la Palabra en pareja no es tu prioridad, permíteme animarte a que lo sea.
2) El matrimonio, analogía entre Cristo y su Iglesia
“Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo […] En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido”, Efesios 5:23, 33 (cursiva añadida).
Dios compara la relación matrimonial con la relación entre Cristo y su Iglesia (Ef. 5:21-32).
La iglesia existe para la gloria de Dios y el matrimonio también, por eso se compara con esa relación gloriosa entre Cristo y su iglesia
Dos palabras que destacan cuando miramos el pasaje detalladamente son amor y respeto (Ef. 5:33). La esposa es responsable de respetar al esposo y él debe amarla. La esposa no debe ver el respeto a su marido como algo gravoso, sino como el fruto de un deseo de obedecer y honrar a Dios. Este mismo sentir debe estar en el esposo, ya que eso glorifica a Dios.
3) El matrimonio, para la gloria de Dios
“Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice”, Isaías 43:7.
Fuimos creados para la gloria de Dios. Por lo tanto, un matrimonio que vive para el Señor busca ser luz, como vemos en Mateo 5:16: “Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Esto demanda de un matrimonio que los dos estén dispuestos a morir al yo que nos traiciona, ya que no podemos glorificar a Dios si vivimos para nosotros mismos. Recordemos las palabras de Pablo: “Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31).
4) El matrimonio, el primer lugar donde vivir el evangelio
En el Nuevo Testamento hay muchas referencias al trato correcto con nuestro prójimo. Estos son principios y mandatos que regulan la interacción con nuestros hermanos en Cristo, entre quienes también está nuestro cónyuge. Tengamos presente esto de manera que seamos intencionales en nuestra relación con nuestra pareja.
Si nos sometemos a Dios en oración y abrazamos su Palabra para saber cómo actuar con nuestro cónyuge las cosas van a marchar mejor
Debemos reconocer que vivir los mandatos del evangelio en casa no es fácil. Es por eso que debemos ser intencionales. No hay duda de que existe una oposición de parte del enemigo contra el matrimonio desde el principio. Pero recuerda estas palabras: “Por tanto, sometanse a Dios. Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes”, Santiago 4:7.
Si nos sometemos a Dios en oración y abrazamos su Palabra —para descubrir cómo actuar con nuestro cónyuge— las cosas van a marchar mejor en nuestro matrimonio y el diablo huirá de nosotros. Por lo tanto, es mi oración que el Señor fortalezca nuestros matrimonios, recordando que nuestra unión matrimonial fue establecida por Él para que la vivamos en un contexto de amor y respeto (Ef. 5:33).