La Biblia es clara en que en estos últimos días, la iglesia de Jesucristo enfrenta la ira de Satanás. Él está empeñado en destruir los matrimonios, alienar a los niños, enfrentar a los miembros de la familia entre sí con el simple objetivo de llevar la ruina y la destrucción a todos los hogares que pueda. Jesús se refirió a esta obra demoníaca cuando describió a Satanás, diciendo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo… El ha sido homicida desde el principio” (Juan 8:44).
Las tragedias que afectan a las familias hoy en día son simplemente increíbles. En todo el mundo, el diablo está causando estragos absolutos y no se detendrá hasta que devore a todas las familias en su camino. En medio de toda esta destrucción, Satanás no ha pasado por alto los hogares cristianos. Muchas familias creyentes han sido devastadas por el caos, la tristeza y el dolor a través del divorcio, hijos rebeldes y adicciones de todo tipo.
En cualquier hogar atribulado, ¡alguien debe agarrarse de Jesús! Cuando surge una situación imposible, ningún consejo o medicina puede ayudar; debe ocurrir un milagro o terminará en devastación. Los milagros se producen como resultado de la oración intercesora, la determinación y la persistencia.
Cuando Cristo estuvo en las costas de Tiro y Sidón, “Una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio” (Mateo 15:22). Satanás se había mudado a la casa de esta mujer y había poseído a su hija. Jesús no respondió a la mujer de inmediato y los discípulos incluso lo instaron a enviarla lejos para que dejara de molestarlo (15:23). Pero la mujer no se iba porque la condición de su hija era una cuestión de vida o muerte para ella. Ella no iba a ceder en su búsqueda de Jesús y el Señor la felicitó por ello: “Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora” (15:28).
Amados, se nos ha prometido toda la gracia y la misericordia que necesitamos para nuestras crisis y eso incluye cada crisis que involucra a nuestras familias, salvas o inconversas. ¡Hemos sido invitados a venir confiadamente al trono de Cristo! Pero puedo asegurarte una cosa: las cosas buenas nunca sucederán si simplemente las abandonamos a su suerte. Debemos trabajar en intercesión por nuestra familia y nuestros seres queridos. Haz de esta, tu oración: “Señor, lo que sea necesario, voy a pelear la batalla por mi familia mientras viva”.
David wilkerson