“Bendeciré a Jehová que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi conciencia. A Jehová he puesto siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido” (Salmos 16:7-8). Básicamente, David está declarando: “Dios siempre está presente ante mí y estoy decidido a mantenerlo presente en mis pensamientos. Él me guía fielmente día y noche. Nunca entro en confusión”.
Algunos cristianos dicen: “El Señor nunca me habla. Nunca escucho su voz”. Yo, sinceramente cuestiono esto. ¿Cómo podemos afirmar que el Espíritu de Dios vive y obra en nosotros, pero no nos habla? Si decimos que vivimos y andamos en el Espíritu, si él está siempre presente en nuestro corazón, siempre a nuestra diestra, listo para dirigir nuestras vidas, entonces él quiere conversar con nosotros. Quiere un diálogo; escuchar de nosotros y hablar en nuestras vidas.
Quizás tengas miedo de escuchar las “voces interiores”. Crees que terminarás siendo engañado por tu carne, o peor aún, por el enemigo. Esta es ciertamente una preocupación válida para todo siervo de Jesús. Después de todo, el diablo le habló a Cristo mismo. Y hoy, él le habla al más santo del pueblo de Dios.
Pero con demasiada frecuencia, tal cautela se convierte en un miedo paralizante que impide a muchos cristianos lanzarse con fe, confiando en que el Espíritu de Dios guiará fielmente sus pasos. La verdad es que aquellos que pasan tiempo en la presencia de Dios aprenden a distinguir su voz de todas las demás. Jesús dijo de sí mismo: “Las ovejas le siguen [al pastor], porque conocen su voz… Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:4, 27).
Tenemos una salvaguardia: Jesús, el Buen Pastor, nunca permitirá que Satanás engañe a ningún santo que confíe plenamente en su presencia permanente. Él promete hablar con claridad a todos los que tienen comunión diaria con él. Por el contrario, si no damos un paso de fe, si nos negamos a confiar en la presencia que nos guía del Señor, es seguro que caeremos en el engaño. ¿Por qué? Porque si no permitimos que su Espíritu nos hable, la única voz en la que confiaremos será la de nuestra carne.
Dios quiere hablarte hoy. Él puede hacerlo a través de su Palabra, a través de un amigo piadoso o mediante la voz suave y apacible del Espíritu que susurra: “Este es el camino, camina en él”.
David Wilkerson