Una vez estaba hablando en una conferencia para hombres y se me preguntó si podría escoger un superpoder, cuál sería. Otros habían escogido la habilidad de volar o de ser increíblemente fuertes, pero inmediatamente dije: “Desearía tener el poder de crear 10 días en una semana”.
Odio los límites. Quisiera tener más tiempo para hacer más de lo que el tiempo me permite. Quisiera más fuerza para poder lograr más cosas. Quisiera más sabiduría para no tener que invertir tanto tiempo en investigar y aprender. Quisiera ser infinito y todopoderoso. Todavía hay momentos en mi vida en los que quisiera ser Dios.
Quisiera decir que soy libre de las frustraciones que me producen los límites que Dios ha establecido para mí, pero no puedo.
En el ministerio, es tentador tratar de hacer más de lo que puedes hacer de manera realista y saludable. Es tentador escribir una descripción de puesto para otros que demanda más de ellos de lo que pueden manejar de manera responsable. Es tentador permitir que un líder trabaje mucho más allá de sus límites porque su trabajo parece esencial para el éxito del ministerio.
Líderes con límites
El único ser sin límites en el cosmos es su Creador. Cada persona y cosa ha sido diseñada por Dios con límites. Tratar de vivir, ministrar, y liderar fuera de las líneas de los límites que Dios ha puesto no funciona (nunca resulta en algo bueno). Un aspecto vital que una comunidad de liderazgo debe hacer para asegurar que sus miembros continúen espiritual, física, y emocionalmente saludables es identificar esos límites que Dios ha puesto, y lo que ellos significan para la manera en que esa comunidad toma decisiones y trabaja. Cada líder es un paquete de dones y límites dados y asignados por Dios. Es peligroso enfocarse en uno, sin humildemente recordar el otro.
Si eres un líder, no eres solo un paquete de fortalezas, dones, y experiencias; también eres una colección de debilidades y susceptibilidades. El evangelio ofrece unas dulces palabras de ánimo para esto. No tenemos que temer nuestros límites, porque Dios no nos envía solos; a dónde Él nos envía, Él va también. No tenemos que maldecir nuestras debilidades, porque nuestras debilidades son el taller de su gracia. Nuestros límites y debilidades no estorban lo que Dios puede hacer a través de nosotros, pero sí lo harán la negación de nuestros límites y el autoengaño de que somos fuertes e independientes.
No tenemos que temer nuestros límites, porque Dios no nos envía solos; a dónde Él nos envía, Él va también
Así que quiero considerar contigo un límite específico que Dios, en su sabiduría de Creador, ha designado para nosotros. Y quiero considerar cómo el reconocimiento constante y la aceptación de este límite ayuda a la comunidad de liderazgo a evaluar sus planes, asignar sus tareas, y evaluar su condición: todos los líderes tienen madurez limitada.
Madurez espiritual limitada
La madurez espiritual limitada de cada miembro de la comunidad de liderazgo necesita ser la suposición de cada persona en esa comunidad. Cada líder es una persona en medio de su propia santificación. Sin importar cuánto tiempo hemos estado en el liderazgo ministerial, sin importar cuánta madurez teológica tenga, todos estamos en necesidad de más desarrollo espiritual. Todos tenemos puntos ciegos. Todos somos susceptibles a la tentación. Cada uno de nosotros tiene debilidades de carácter. Todos estamos en necesidad del poder del evangelio que rescata, nos da convicción, y transforma.
Así que una comunidad de liderazgo no debe suponer cosas sobre sus líderes que los haga despreocuparse espiritualmente el uno por el otro y de tener conversaciones comunitarias sinceras. Las comunidades de liderazgo necesitan comprometerse a pastorear cada miembro de esta comunidad. No podemos permitir que cualquier miembro viva en aislamiento espiritual y separación. Dios nos ha llamado no solo al trabajo externo del ministerio del evangelio, sino también al liderazgo “el uno del otro”. Es mi experiencia, al lidiar con pastores que han caído o que ya no están en ejercicio, que alrededor de ellos había una comunidad de liderazgo débil o disfuncional que falló, en cuidado pastoral y amor, en proteger a ese líder de él mismo.
Cada líder necesita ser el objeto de discipulado continuo, cada líder necesita ser confrontado en algunos momentos, cada líder necesita el consuelo del evangelio, cada líder necesita ayuda para ver lo que él no puede ver por sí mismo, y cada líder necesita ser dado el amor y estímulo para lidiar con las artimañas de su antiguo hombre que aún vive dentro de él.
Si esto es así, entonces no podemos estar tan ocupados imaginando, diseñando, manteniendo, evaluando, y cambiando el ministerio que nos queda poco tiempo para cuidar de las almas de aquellos que están dirigiendo el trabajo del evangelio.
Viviendo y haciendo ministerio con límites
Nuestros límites no estorban lo que Dios pretende hacer a través de nosotros, porque son todos ellos el producto de su sabia y amorosa elección
Hasta que estemos del otro lado, viviremos, haremos ministerio, nos relacionaremos, y viviremos con límites. Nuestros límites no estorban lo que Dios pretende hacer a través de nosotros, porque son todos ellos el producto de su sabia y amorosa elección. Lo que Él nos llama a hacer es posible hacerlo dentro de los límites que Él ha puesto. Es parte del llamado del evangelio estar apercibidos de esos límites y traerlos a nuestras conversaciones comunitarias de liderazgo.
Debemos resistir la tentación de vivir fuera de esos límites o de asumir que todos estamos lidiando con nuestros límites en maneras que son humildes y sabias. Dios no teme llamar a gente limitada al liderazgo del evangelio, así que nosotros tampoco debemos temer, con humildad y esperanza en el evangelio, poner esos límites sobre la mesa, no solo una vez, sino cada vez, sabiendo que tendremos que mantener ese compromiso hasta que Su trabajo en nosotros sea completado.
Paul Tripp