Los venezolanos apreciamos con nuevos ojos el valor de la libertad gracias los sentidos de opresión que hemos experimentado en los últimos años. Nuestras dificultades para suplir necesidades básicas nos lleva a estimar mucho algunos privilegios comunes en otros países.
De igual manera, percibir la gravedad de la opresión satánica en el mundo nos lleva a estimar correctamente como cristianos la libertad del evangelio.
¿Tienes un entendimiento bíblico de cómo el diablo oprime a las personas que viven sin Cristo? ¿Conoces cómo él te influenciaba antes de que fueras creyente, si ahora lo eres?
Comprender esto es esencial para apreciar el valor de la gracia de Dios en nuestra salvación. Estas son siete características del hombre sin Cristo y bajo la opresión satánica:
1. Gobernado por Satanás
1 Juan 5:19 enseña que “todo el mundo yace bajo el dominio del maligno”. No hay alma que escape. Toda persona —y aun todo niño— está bajo el reino de Satanás.
La principal herramienta del diablo para asumir y retener su imperio mundial es la mentira
Debemos reconocer que, aunque Dios tiene poder supremo sobre toda criatura y está en control de las acciones del maligno, Él decidió dar libertad a los hombres y ángeles para amarlo y someterse a Su gobierno voluntariamente (Jb. 1-2, Lc. 22:31, Gn. 2:15-17).
Ante la rebelión humana y angélica, el Creador les permitió vivir en rebeldía para mostrarles las consecuencias de su altivez. Dentro de esta libertad, los más fuertes se enseñorean de los débiles. Así Satanás, la criatura “más astuta que cualquiera… que el Señor Dios había hecho” (Gn. 3:1), asume el gobierno de los hombres y ángeles malignos a través del engaño.
2. Esclavo de la mentira
Apocalipsis 12:9 describe al adversario de Dios como “el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero”. La principal herramienta del diablo para asumir y retener su imperio mundial es la mentira. Se trata de su instrumento predilecto.
Durante su ministerio terrenal, Jesús dijo de Satanás: “No hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira” (Jn. 8:44). Así comenzó su dominio sobre la humanidad, engañando al hombre en el Edén, y así permanece hasta el final de la historia engañando a las naciones.
3. Cegado a la verdad
Un efecto de este engaño es que los incrédulos están ciegos ante la verdad: “el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Co. 4:4).
Satanás alimenta el sistema de creencias que rige la tierra, depositando capa tras capa de mentira en la mente del inconverso. Esta mente interpreta el evangelio como locura y tropiezo, al punto de que las Escrituras afirman que “no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se han desviado” (1 Co. 1:23; Ro. 3:11-12).
Satanás alimenta el sistema de creencias que rige la tierra, depositando capa tras capa de mentira en la mente del inconverso
4. Seducido por la corriente del mundo
Este sistema de engaños también promueve los deseos carnales de la humanidad. Satanás seduce a los hombres prometiendo satisfacción de sus anhelos caídos mediante las dinámicas pecaminosas que induce en la tierra.
Como afirma Efesios 2:2, las personas sin Cristo viven “según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”.
5. Cautivo de su voluntad
En los Evangelios vemos a Palestina con muchas posesiones demoníacas durante el misterio del Señor Jesús. Incluso Judas, uno de los doce apóstoles, fue poseído por Satanás para entregar a Jesús ante las autoridades judías (Lc. 22:3-4).
Este hecho nos permite apreciar que el hombre sin Cristo está a merced del diablo en cualquier momento y medida que el Dios soberano lo permita.
El “dios” de este mundo (2 Co. 4:4) puede incidir en las decisiones y acciones de todo hombre sin salvación para llevar a cabo sus propósitos en ellos. Sujetos a este poder, los hombres resultan súbditos forzados del diablo, “cautivos de él para hacer su voluntad” (2 Ti. 2:26).
6. Oprimido en sufrimiento
Posiblemente la característica más aterradora de Satanás sea su disfrute de la muerte y sufrimiento. De hecho, Jesús lo describió como “homicida desde el principio” (Jn. 8:44).
Lucas 13:16 nos muestra esto a través de la historia de una mujer sanada por Jesús. Luego de curarla, Jesús dijo al principal de la sinagoga: “Satanás [la] ha tenido atada durante dieciocho largos años”. De igual manera, el apóstol Pedro describió parte del ministerio de Jesús afirmando que éste “anduvo haciendo el bien, y sanando a los oprimidos por el diablo” (Hch. 10:38).
El hombre sin Cristo está a merced del diablo en cualquier momento y medida que el Dios soberano lo permita
Padecer de una enfermedad no necesariamente implica que alguien esté bajo opresión satánica. Vivimos en un mundo caído y afectado por el pecado. Sin embargo, Satanás tiene poder sobre enfermedades que dispersa sobre los hombres según sus intrigas y las posibilidades permitidas por el Creador soberano. Esto hizo con Job, a quien “hirió con llagas malignas desde la planta del pie hasta la coronilla” (Jb. 2:7).
7. Acusado ante Dios
Hebreos 2:14-15 también describe a Satanás como “aquel que tenía el poder de la muerte” y describe a sus cautivos como aquellos que “por temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida”.
Esto se relaciona a la actividad calumniadora de Satanás. Él acusa a los hombres ante la santidad de Dios para evidenciar sus pecados y llevarlos a condenación. Zacarías 3:1 evidencia esto mostrando “al sumo sacerdote Josué, que estaba delante del ángel del Señor; y Satanás estaba a su derecha para acusarlo”.
Satanás sabe que Dios es un juez justo que “no tendrá por inocente al culpable… que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación” (Éx. 34:7). Por eso Satanás acusa a los pecadores para mantener su imperio de muerte sobre ellos. Pero no todo está perdido…
¡Somos libres en Cristo!
Luego de resucitar, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: “Te envío, para que [los gentiles] se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados” (Hch. 26:18).
Conocer la verdad nos hace libres, por lo que vencemos la seducción del maligno a través de la fe
Quienes creen en Jesús pueden vencer el agarre del maligno porque Dios los escogió antes de la fundación del mundo para traerlos eficazmente a los pies del Salvador (Ef. 1:4; Jn. 6:65). Por gracia “les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad” para que “volviendo en sí, escapen del lazo del diablo” (2 Ti. 2:26).
Conocer la verdad nos hace libres, por lo que vencemos la seducción del maligno a través de la fe (1 Jn. 5:4-5). En esta libertad, podemos decir junto a la Biblia: ¡No hay condenación para los que están en Cristo! “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena?”; “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado” (Ro. 8:1, 33-34, Heb. 4:15).
Los creyentes somos edificados en la iglesia para ser preservados del engaño del maligno (Ef. 4:11-16). Por la gracia de Dios somos librados de las ataduras físicas del diablo, reteniendo por la soberanía del Señor solo enfermedades que nos ayudan para bien y muestran la gloria de Dios en la tierra (Hch. 10:38, Heb. 13:8, Jn. 9:2-3, 1 Ti. 5:23, 2 Ti. 4:20, Ro. 8:28).
Podemos decir junto a Pablo: “[Dios] nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo Amado, en quien tenemos redención: el perdón de los pecados” (Col. 1:13). Por esto debemos agradecerle, amarle, y servirle con todo nuestro ser, y depender por completo de Su obra para la salvación de los que aún no creen.
Nunca olvidemos de cuán grande opresión nos rescató la gracia de Dios, para que entonces nunca dejemos de crecer en asombro y gratitud ante su amor.