¿Cómo adoras cuando el temor intenta apoderarse de tu corazón? Para tener una idea más clara, mira a los discípulos cuando estaban en una tormenta y Jesús estaba allí con ellos.
“Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!” (Mateo 8:23-25).
Jesús se levantó y reprendió a los vientos y al mar, y todo se calmó. Los hombres se asombraron y dijeron: “¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?” (8:27).
Cuando tienes grandes olas y poca fe, vas a tener problemas de temor, pero si tienes grandes olas y mucha fe, entonces sabrás que Dios tiene está en control. Así que, cuando te encuentres en un momento turbulento, ya sea en un avión o en un barco o donde sea que estés, recuerda que el temor, la cobardía, no proviene de Dios. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
Todos los días necesitamos amor, poder y dominio propio. Pero cuando llega el temor, éste elimina esas cosas. Lo opuesto al poder es la debilidad; lo opuesto al amor no es el odio sino el egoísmo; y lo opuesto al dominio propio es un cerebro lleno de pensamientos irracionales.
Cuando el temor ataca, generalmente no entendemos quién está justo frente a nosotros: ¡Jesús! La fe de un creyente nunca puede elevarse más alto de lo que él ve que es Dios. Cuando vemos a Dios tal como es en realidad, lo grande que él es, entonces nuestra fe comienza a aumentar y el temor comienza a disolverse.
Isaías dice: “Levanta fuertemente tu voz… levántala, no temas… ¡Ved aquí al Dios vuestro!” (Isaías 40:9). Él está diciendo: “¡Aquellos de ustedes que temen, su Dios está aquí! Este es quien es. Así es como se ve” ¡Y se ve muy impresionante! “[Él] midió las aguas con el hueco de su mano” (40:12). Dos tercios de este planeta están cubiertos de agua y en algunos lugares el agua llega a trece kilómetros de profundidad. Según los científicos, el volumen total de agua en el planeta Tierra es incalculable: demasiados galones para siquiera expresarlo. Y nuestro Dios tiene esa agua en el hueco de su mano.
“[Él] midió… los cielos con su palmo” (40:12). Considera la extensión de tu mano, desde la punta del dedo meñique hasta la punta del pulgar. Nuestro Dios es tan grande que mide el universo con su mano. Por lo tanto, considera eso la próxima vez que sientas la tentación de temer. Piensa en el hueco y el palmo y recuerda la grandeza de tu Dios. Luego grita con Isaías: “¡Aquí está mi Dios!”
Tim Dilena