Jesús ve y sabe lo que podría destruirnos. Él es Alfa y Omega, la primera y la última página de nuestra existencia. Nunca se sorprende por nuestros errores, nuestros secretos y nuestros fracasos. Él nunca “descubre” nada sobre nosotros, tiene todo el conocimiento y todo el amor y nunca se da por vencido con nosotros ni con nuestro futuro.
Esto está bellamente ilustrado en la relación entre Jesús y el impetuoso Pedro. Pedro había proclamado con valentía su lealtad eterna cuando proclamó que nunca abandonaría a Jesús: “Aunque todos los demás te desamparen, yo permaneceré contigo, ¡hasta mi muerte!” (ver Lucas 22:33).
Más tarde, por supuesto, Pedro negó al Señor, y llegó a blasfemar su nombre para demostrar que no caminaba con él. Cuando escuchó el horrible sonido del gallo cantando, sintió como una daga en su alma y lloró amargamente al darse cuenta de la trampa satánica en la que había caído. Se alejó tambaleándose, planeando abandonarlo todo para volver a su barca de pesca, volviendo a las redes de su pasado, en un estado de profunda resignación, cautiverio y desesperación.
Aquellos que conocían a Pedro podrían haberte dicho que él era un “gran conversador” que fracasó estrepitosamente cuando llegó la hora de la verdad, tan sólo otra historia de un potencial desperdiciado. Pero Jesús ardió con la visión de que Pedro se convertiría en un hombre de Dios, un hombre de valor e influencia eterna. Y ahora Jesús vio la amenaza sombría, demoníaca, oscura, amenazante y destructiva, que se cernía sobre Pedro.
Jesús no es ingenuo, como una dulce mamá que a veces está cegada por un amor irreal que la hace perder toda objetividad sobre “su bebé”. No, al contrario, Jesús claramente previó de manera sobrenatural, por el Espíritu Santo, que Pedro sería transformado para el triunfo: ¡del llanto a la adoración; de la negación a la liberación; de la debilidad a la fe; de la blasfemia a la bendición; de la ruina al avivamiento; de estar casi muerto a la autoridad y al destino!
¡Y así es como Jesús te ve! Él nunca ve solamente lo que has sido o lo que eres en el presente, él ve lo que puedes llegar a ser por la fe en él. “Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
Claude Houde