Cuando le pedí al Espíritu Santo que me mostrara cómo guardarme de la negligencia, me llevó a considerar el alejamiento de Pedro y su eventual renovación. Este hombre negó a Cristo, incluso maldijo y le dijo a su acusador: “No lo conozco”.
Sin embargo, Pedro fue el primero entre los discípulos en abandonar la lucha. Abandonó su vocación y volvió a su antigua carrera, diciéndoles a los demás: “Me voy a pescar”. Lo que realmente estaba diciendo es: “No puedo manejar esto. Pensé que no podía fallar, pero nadie jamás le falló a Dios peor que yo. Simplemente ya no puedo enfrentar la lucha”.
En ese punto, Pedro ya se había arrepentido de haber negado a Jesús. Y había sido restaurado en el amor de Jesús. Sin embargo, por dentro, él seguía siendo un hombre desgastado.
Ahora, mientras Jesús esperaba que los discípulos regresaran a la orilla, un asunto seguía sin resolverse en la vida de Pedro. No fue suficiente que Pedro fuera restaurado, seguro de su salvación. No era suficiente que ayunara y orara como lo haría cualquier creyente devoto. No, el tema que Cristo quiso abordar en la vida de Pedro fue el descuido de otra forma. Déjame explicar.
Mientras estaban sentados alrededor del fuego en la orilla, comiendo y compartiendo, Jesús le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas más que a estos otros?” En cada ocasión, Pedro respondía: “Sí, Señor, tú sabes que sí”; y Cristo respondía a su vez: “Apacienta mis ovejas”. Ten en cuenta que Jesús no le recordó que velara y orara o que fuera diligente en la lectura de la Palabra de Dios. Cristo suponía que esas cosas ya habían sido bien enseñadas. No, la instrucción que le dio a Pedro ahora fue: “Apacienta mis ovejas”.
Yo creo que en esa simple frase, Jesús estaba instruyendo a Pedro sobre cómo protegerse contra la negligencia. Él estaba diciendo, en esencia, “Quiero que te olvides de tu fracaso, olvides que te alejaste de mí. Has vuelto a mí ahora y te he perdonado y restaurado. Así que es hora de dejar de enfocarte en tus dudas, fracasos y problemas. Y la manera de hacerlo es no descuidando a mi pueblo y atendiendo sus necesidades. Como el Padre me envió a mí, así también yo los envío”.
David Wilkerson