La obligación de
descansar Febrero 22
Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo
para Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija,
ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de
tus puertas. Éxodo 20.9–10
Hay dos conceptos muy interesantes en el pasaje
que hoy compartimos. En primer lugar, debemos notar que el mandamiento de
descansar es precisamente eso: un mandamiento. Esto nos choca un poco, porque
en nuestra cultura el descanso es algo que disfrutamos cuando ya no tenemos
nada que hacer. Lamentablemente, como nunca llega el día en el que no tenemos
nada que hacer, rara vez nos tomamos tiempo para descansar. Es justamente por
esta razón que el Señor no deja librado a su pueblo para que decida cuándo debe
descansar. No nos consulta acerca de si deseamos descansar, ni tampoco nos
pregunta si hemos terminado todo el trabajo que teníamos para hacer.
Directamente nos ordena que descansemos.
En esto vemos cuán
bien conoce nuestro Padre celestial nuestra tendencia a abusarnos de todo lo
que él nos ha dado. Con el advenimiento de la electricidad y la capacidad de
prolongar indefinidamente el día, el hombre cada vez es más esclavo de lo que
hace. De modo que nuestro Creador, que conoce bien nuestras limitaciones, nos
ordena que descansemos para nuestra propia salud espiritual, emocional, mental
y física.
Hemos de notar, en
segundo lugar, que el día de reposo es «para Jehová». Aquí también encontramos
un concepto que contradice nuestras presuposiciones culturales. Para nosotros
el día de reposo es primordialmente un día para nosotros. En el mandamiento
original el día de reposo tenía, sobre todas las cosas, un sentido espiritual.
Era un día que se apartaba para celebrar la bendición de pertenecer al pueblo
de Dios, para agradecer las bondades recibidas y para volver a reordenar la
vida según los parámetros eternos de la Palabra.
El líder que aspira
a ser efectivo en su ministerio necesita incorporar a su vida estos principios
sobre el descanso. Muchos pastores viven en un estado permanente de fatiga que
diezma seriamente su capacidad de servir y bendecir la vida de los demás. El
descanso, que no es meramente la ausencia de actividades, es un momento vital
en el ciclo de la renovación espiritual que necesita el líder, para que su
ministerio continúe siendo fresco y vital. Quien intenta vivir sin estos
interludios de renovación, lo hace en desmedro de las personas a quienes
intenta servir.
El Señor no le pregunta a usted si necesita descansar. Le manda que
descanse, quiera o no hacerlo. Quizás le ayude, entonces, a ver el descanso
como una disciplina más de la vida espiritual. Usted lo planifica como
cualquier otra actividad de su ministerio, y lo incorpora al ejercicio espiritual
que realiza diariamente para mantenerse en buen estado. Descansar no es perder
el tiempo; es redimir el tiempo con sabiduría para que sus recursos den mayor
fruto para el reino.