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General: MUJERES - Mesalina puta fina
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De: Intensa (Mensaje original) |
Enviado: 27/08/2010 16:57 |
Suetonio y Plinio el Viejo han dejado retratos implacables de Mesalina. La llaman << sublime ramera>> y la dibujan como insaciable, disoluta y cruel en la Roma del siglo I. A esta asdolecente escandalosa no le duró mucho la vida, pero en los 23 años que vivió se las apañço para coleccdionar conspiraciones, asesinatos y vicio. Cuando a los 15 años se convierte en la tercera esposa del quincuagenario Claudio, era tan bella cfomo caprichosa. Al emperador- cojo, tratamudo y viejo -le dió dos hijos. Su consorte se quedaba dormido en el almuerzo, mientras los cortesanos le tiraban huesos de aceituna. Aburrida, Mesalina se inicia en extravagancias sexuales y vestida de prostituta con el pecho reluciente de polvos dorados, la empereatriz se ofrece a los burdeles. Mandó asesinar al propietario de una mansión en el Pincio para regalarsela a su amante Gayo Sikio. Acaricia el proyecto de casarse con el. Para elloes necesario que Claudio muera asesinado. Fue su última temeridad, y lo pago con la vida.
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para que luego digan
Mesalina y un poco de su historia.Fuente del texto: "Los poderes de Venus" de Misrahi Alicia, Ed. Martínez Roca S.A, Año 2006, Madrid. Cátulo (87 a. C. -54 a.C.) “ Vivamos y amémonos. Lesbia mía, e impórtenos un comino las murmuraciones todas de los viejos demasiados severos. Los días pueden morir y renacer: pero nosotros, una vez se haya extinguido nuestra breve vida, debemos dormir una noche perpetua. “Dame mil besos, luego cien, después otros mil, luego cien más, luego otros mil, después cien; por fin, cuando hayamos sumado muchos miles, embrollaremos la cuenta para saberla y que ningún envidioso nos pueda echar mal de ojo cuando sepa que nos hemos dado tantos besos. “Me preguntas, Lesbia, cuantos besos tuyos bastarán para saciarme. Tantos como los granos de arena que cubren en Libia el desierto de Cirene (…); tantos como las estrellas que, en el silencio de la noche, observan los furtivos amores de los mortales: tantísimos son los besos que tendrías que dar al enloquecido Cátulo para sentirse saciado. Tantos que no pueden contarlos los curiosos ni echarnos un maleficio con su lengua envidiosa” Valeria Mesalina (25-48) Esposa del emperador Claudio (10 a.C.-54), ha pasado a la posteridad sobre todo, por su ímpetu sexual. De ella se cuenta que hizo una apuesta con una conocida prostituta, a ver quien podía contentar a más hombres en veinticuatro horas; ganó Mesalina, que en un día estuvo con veinticinco hombres. Mesalina tuvo una intensa vida antes de casarse a los dieciocho años con Claudio. Posteriormente, tras un tiempo en que disimuló su verdadero ser, se convirtió en una mujer sanguinaria que abusó de su poder como emperatriz y vivió libremente, engañando a su esposo con todos los hombres que se le apetecían. En “Yo, Claudio”, Robert Graves puso en boca del emperador la siguiente descripción: “La belleza de Mesalina era extraordinaria. Tenía los ojos negros y una cabellera espesa y rizada, del mismo color. Era delgada y sus movimientos gráciles y excitantes. Al principio apena pronunciaba palabra, limitándose a sonreír enigmáticamente, lo que excitaba mi amor hasta el enloquecimiento”. De Mesalina cuentan que frecuentaba los prostíbulos de la Suburra, uno de los peores barrios de Roma, para saciar su apetito sexual que no dudaba en recorrer las calles de noche para buscar hombres. Refieren los historiadores de la época que Mesalina acudía a su cita con la prostitución con una peluca rubia, distintiva de la profesión, y se presentaba con el nombre de Lycisca (Lice, perra, hija de perro y loba, o al revés).
Así lo narra Juvenal: “Tan pronto como creía que su marido estaba dormido esta prostituta imperial vestía la capa que llevaba por la noche y salía de la casa acompañada de una esclava, pues prefería un lecho barato a la cama real. Disimula su negro cabello con una peluca rubia y se dirigía al lupanar de tapicerías gastadas, donde tenía reservada una cámara. Entonces tomaba su puesto, desnuda y con sus pezones dorados, atendiendo al nombre de Lycisa. “Ella recibía atentamente a sus clientes, les cobraba su precio y se pasaba la noche tendida recibiendo las embestidas de todos los contendientes. “Al final, cuando el leno (sería el chulo, de ahí viene la palabra lenocinio) mandaba las mujeres a su casa se iba triste (…) Se iba con la cara sucia y magullada, mugrienta por el humo de las lámparas. Henri de Tolouse-Loutrec Las celdas en la que trabajaban las prostitutas se llamaban “fornices”, de ahí deriva el verbo fornicar Cuando Mesalina se empeñaba en conseguir un hombre lo mejor era no interponerse porque cualquier negativa u oposición podía pagarse con la muerte. El suegro de Mesalina, Silano, hizo caso omiso de sus insinuaciones. Mesalina lo acusó de atentar contra el emperador. Fue ejecutado. Otro de los hombres que la rechazó, el senador Vinicio, que enviudó de su esposa Julia por culpa de los celos de Mesalina, fue envenenado por orden suya. También se rumorea que consiguió seducir a su padrastro, Sila, con la ayuda de una droga. Cuando le volvió a llamar y se negó a acudir, logró que Claudio lo condenara a la pena de muerte. No estaban a salvo los que poseían algo que a ella le interesara, ni las competidoras, ya que salían malparadas. Una joven, Popea, le disputó a Mesalina los favores de un actor llamado Mnester. Mesalina la acusó de adulterio y la obligó a suicidarse; consiguió, también que el propio Claudio le diera la orden al comediante de obedecer a Mesalina en todo. Entre las atribuciones eróticas que se le atribuyen a Mesalina, esta el sadomasoquismo: se hacía azotar y le gustaba que la cabalgasen rudamente. Como era de preveer, los hombres del séquito de Claudio vieron peligrar su puesto y atajaron con mano de hierro. Narciso tomó las riendas en el asunto y mandó un documento al César con todos lo nombres de los hombres que habían pasado por el lecho de Mesalina, unos 160. Fueron ejecutados. Henri de Tolouse-Loutrec
Narciso ordenó que asesinaran también a la emperatriz, alegando que era una orden directa de Claudio. La madre de Mesalina que le había llevado un puñal, le rogó que no esperase a sus asesinos. La joven empuñó la daga para cortarse el cuello, pero no fue capas, un tribuno la atravesó con la espada. El matrimonio tuvo dos hijos: Británico y Ocatvia, futura esposa de Nerón. Claudio mandó a demoler las estatuas de Mesalina y juró no casarse nunca más. Sin embargo, lo hizo, y nuevamente una mala elección. Se desposó con Agripina la menor, quien lo envenenó en el año 54-
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De: Intensa |
Enviado: 29/08/2010 00:02 |
!!GRACIAS MONTSE !!
estupenda tu colaboracion!!
No conocia todas estas
aventuras..
algo realmente fuera de serie!!
Me encantó leerte
Cariños,
INTENSA |
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De: Alicia |
Enviado: 31/08/2010 22:01 |
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