Cada noche en las sábanas de mi lecho percibo tu ya invisible abrazo, tu perenne fragancia; no, no es de las visiones de mis sueños que escribo, ya que nunca apareces en esa circunstancia.
Hablo de mis insomnios, de los que no se aleja la figura que tantas noches me acompañó; la tempestad que fraguas en mi piel no me deja superar el desvelo…, ni lo intentara yo.
No duermo bien, mi sueño es azogado, enjambre de inquietudes sobre un lecho que deplora tu ausencia. Estoy deshecho por la herida rasgada en mi costado.
Me acompaña tu sombra. Se ha acostado junto a mí cada noche. Si la estrecho, como contigo hacía, contra el pecho, queda su esbozo de aire evaporado.
En tu éxodo de amor, rehusó seguirte; fue esa mitad de ti que, al evadirte, subordinó el sentido al sentimiento.
Sé hablar con ella, diálogo de almohada, y su palabra blanda, sosegada, consigue temperar mi desaliento.