Hay prendas que no se pueden regalar así como así, sin conocer las preferencias del usuario. Pertenecen a la más honda intimidad. Yo sería incapaz de regalar unas bragas o un tanga a nadie que no se las haya visto con frecuencia anteriormente.
Aunque fuera sin llevarlas puestas, pero vistas.
Algo que en apariencia pueda pasar tan desapercibido como nuestra ropa interior, puede en ocasiones, depararnos asombrosas sorpresas. Los calzoncillos en concreto merecen toda nuestra atención, y un modelo desafortunado, además de atención, merecen nuestro mayor desprecio.
El llamado braslip no tiene pase; y menos todavía si es de color. Los calzoncillos deben ser blancos, tímidamente rayados o si se quiere discretamente estampados. El braslip es prenda carcelaria. De recluso amotinado. Observar que en todos los reportajes gráficos de los medios de comunicación donde se da la noticia de algún amotinamiento de presos llevan este tipo de prenda.
El examen de la elegancia personal debe pasar ineludiblemente por los calzconcillos aunque éstos no se vean. Si un hombre en calzoncillos no hace reír a su prójimo, su grandeza queda más que demostrada.
No puedo evitar que me venga a la memoria aquella anécdota del parlamento en España, hace muchos años, cuando los debates eran reales, encendidos y sin previa preparación.
Estaba un diputado progresista acusando al conservador:
-Mire usted si será conservador que todavía usa calzoncillos largos, los típicos "marianos"
En ese momento toma la palabra el conservador y le responde:
-Lamento que su señora sea tan indiscreta!!
Pues eso.....si los reyes os traen calzoncillos, prestad mucha atención. Aunque no se vean.