La belleza
La contemplación de la belleza presente en la naturaleza deja al ser humano
profundamente emocionado porque lo conecta con su espíritu.
Lo mismo ocurre al estar en presencia de alguien bello:
nos faltan las palabras, nos sentimos confundidos y perturbados.
Este fenómeno, que ha sido descripto en miles de poemas y en
la literatura universal, significa que no hay belleza sin emoción.
La belleza natural es la única verdadera, y eso se comprueba en
que es la única perdurable en el tiempo. Lograrla implica desprenderse
de capas y capas de artificios, mandatos y falsas creencias, todo aquello
que la cultura nos vendió con respecto a la belleza. Recuperar la confianza,
desarrollar los talentos, reconquistar el cuerpo y el alma en su estado
original, ser como un árbol majestuoso en un bosque silente, tomar
conciencia del esplendor presente en cada uno. Lograr la conexión
con ese mundo de plenitud, conocerlo, sentirlo, apropiarse de él. El espacio de silencio sereno que es nuestro interior debe ser
sagrado más allá de las actividades diarias. No hay tiempo más valioso
que el que surge al desconectar momentáneamente los lazos
con el exterior y conectarnos con el verdadero ser interno. La verdadera belleza surge cuando florecemos desde lo más auténtico
y profundo de nuestro ser, cuando logramos realizar lo que
hemos venido a hacer a este mundo. Hemos sido provistos de las capacidades y habilidades necesarias
para actualizar nuestra esencia. Depende de nosotros hacer crecer
y desarrollar esa semilla
|