"A MI PERRO CON AMOR".
Pasó el perro a mi lado. Un perro de pobre casta, uno de esos callejeros pobre de sangre y de estampa. Nacen en cualquier rincón de perras tristes y flacas, destinados a comer basura de plaza en plaza. De pequeños, por lo fino y lo ágil de la infancia, baloncitos de peluche, tibios borrones de ala, los sacan al sol, les cantan. De mayores, como ya se les fue la gracia, los dejan a su ventura, mendigos de casa en casa, sus hambres por los rincones y su sed sobre las charcas. Y que tristes ojos tienen, que recóndita mirada, como si en ella pusieran su dolor a media asta, y se mueren de tristeza a la sombra de una tapia si es que un lazo no les da una muerte anticipada. Yo lo llamo…todo orejas asustadas, todo hociquito curioso, todo sed, hambre y nostalgia. El perro escucha mi voz, olfatea mis palabras como esperando o temiendo pan, cariños o pedradas. No en vano lleva marcado un mal recuerdo en su pata. Lo vuelvo a llamar…dócil, a medias avanza, moviendo el rabo con miedo y las orejitas gachas. Le digo: ven aquí, no te hago nada, vamos ven, y adiós a la desconfianza, y se tiende a mis pies, con tiernos aullidos habla, ladra para hablar más fuerte, salta, gira, gira, salta, lloran y ríen, ríen y lloran lengua, orejas, ojos, patas y el rabo es un incansable abanico de palabras. a/d
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