El universo, máquina. El hombre, tuerca.
Como base, las ganancias.
Con fin, los beneficios.
Como centro de la vida,
el provecho propio y el placer.
Se ha perdido la armonía entre el mundo,
el hombre y Dios.
Y ahí tenemos el desequilibrio en que vivimos.
Funcionamos en ciencia y tecnología,
cuando somos mente, espíritu y creencia.
Funcionamos en pesos cuando somos sentimientos,
imaginación y arte.
Funcionamos en materia, cuando somos alma.
Funcionamos en cálculo, cuando somos corazón.
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