Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora, se alejará en la sombra creciente del recuerdo.
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria, de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles, dejarás, poco a poco, de acordarte de mi.
Acaso nos veremos un día, casualmente, al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Tu pensarás quizás: «Ya no es tan bella". Yo pensaré: «Se está poniendo viejo».
Yo iré sola, o con otro. Tu irás solo, o con otra. O iré con un hijo que debiera ser nuestro.
Y seguirá muriendo la vida, año tras año, igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto, o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas, pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.
Y pasará la vida. Yo seguiré soñando, pero ya no habrá un nombre de mujer en tu sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente, y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
Y quizás, para entonces, al cruzar una calle, nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.
Y una tarde de sol te cubrirán de tierra, las manos, para siempre, cruzadas sobre el pecho.
Yo, con los ojos tristes y los cabellos blancos, me pasaré las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas, aunque yo esté vieja, y tú te hayas muerto.
|